0.5 Oscura noche lluviosa.

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Narrador omnisciente.

No lo mires -le susurra su conciencia.
No sonrías -advierte la voz interior de él.

Pero ninguno de los dos es completamente cobarde, al punto de atreverse a desobedecer lo que ordena el corazón.

El bar Betty's está siendo reinaugurado esta noche, tras seis meses de reparaciones. Luego de haber esperado tanto la llegada de este día, gran parte de la ciudad se reúne en el lugar, con la certeza de que se divertirán y beberán lo suficiente como para querer regresar.

Las luces fluorescentes se mueven en todas direcciones, coloreando a todos con distintos tonos de verde, azul y rojo; casi marean. Ya es más de media noche y quedan pocas personas en el local, aun así, el bullicio es notable y la música tan alta te hace mover el cuerpo inevitablemente.

Algunos bailan en la pista, otros fuman por los rincones, beben en la barra, o intentan conversar. Pero, aunque el mundo se vuelva patas arriba a su alrededor, Crystal sigue mirándolo como si fuera lo único interesante en el lugar. Como si Mitch Holder fuese la única cosa, además de ella, que hay ahí; se roba toda su atención con solo respirar. Y es que no puede ser de otra forma, después de todo.

Él, desde el otro lado de la habitación, comparte esas miradas con ella. Miradas que le gritan cuanto necesita cortar los treinta metros entre ellos para poderla abrazar. Pero recuerda que no debe, que no puede. Y entonces, la sonrisa que le provoca el solo hecho de saber que Crystal Wade está en el mismo sitio que él, se esfuma porque no puede tener lo que más desea en la vida.

Con cada día lejos el uno del otro, sus almas se acercan un poco más. Quizás parezca imposible, pero no consigues arrancar de raíz fácilmente algo que lleva años creciendo, y que lo ha hecho despacio, con ternura y compromiso, con afinidad y respeto, con vitalidad y amor.

Y eso es lo que ocurre con Crystal y Mitch, son las raíces de un árbol que se alza desde hace tiempo, enterradas profundamente bajo tierra, aunque todos logran ver la entereza de sus ramas. Pero precisamente eso no debe ocurrir, no pueden ser tan obvios.

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Después de una larga noche de fiesta, con los pies adoloridos por los tacones y el cabello enredado a más no poder, Crystal decide marcharse cuando, además, se da cuenta de que su amiga Anya se ha ido dejándola sola.

Abandona el local abrochándose la cremallera de la chaqueta de cuero y guardando la imagen del Mitch de esa noche en su cabeza, que le ha de durar hasta que las fiestas y el destino decidan cruzarlos otra vez. Diecisiete años no es edad suficiente para comprender que debes dejar atrás a alguien que amas tanto; pero ella tiene que aprender a resignarse, por su bien y por el de todos.

Un inesperado relámpago frena sus pasos y le saca buen susto. La noche se cierne oscura sobre la ciudad; la tormenta se acerca.

Él, que sale un poco después, no sabe contenerse ante la idea de saludarla al menos. Y lo hace, sin pensar, porque sabe que si piensa demasiado dejará pasar otra oportunidad para que su corazón se recupere del tiempo que lleva sin verla. Con los nervios jugando en su interior como si fuese la primera vez que la encuentra, apresura sus pasos para alcanzarla.

-B-buenas noches.

Se le eriza la piel solo al escuchar esas dos palabras. No es su significado el que la inquieta, sino quien las pronuncia, con una delicadeza desmedida, como si al levantar el tono pudiese causar un desastre.

Y en serio, puede.

-Hola, Mitch -responde mientras se voltea hacia él, tratando de desatar el nudo que se ajusta en su garganta.

Voces de Cristal  (M.D.R.#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora