13. Desiertos y desaciertos

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Mitch.

No sé que tiene de singular la soledad, pero a veces duele. Muchos la eligen como escapatoria, creen que es la mejor salida, construyen muros a su alrededor en lugar de tender puentes hacia quienes están dispuestos a acompañarle.

Siempre he sabido que ella es más de construir puentes; le encantaba estar rodeada de gente, con ese don especial que nos hacía quedarnos, y lo aprovechaba para volver felices a los demás. Era lo que mejor se le daba: alegrarle la vida a todos.

Yo, sin embargo, comenzaba a alzar muros cuando llegó a mi vida. Y sí, era aún pequeño, pero al parecer estaba decidido a arruinarme de esa forma. De no ser por Crystal, que me hizo entender que las paredes solo ocultan la luz, me dejan a oscuras y me alejan del resto.

Entonces supe que, si en mi mundo habían personas como ella, no existía razón para querer estar solo.

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Abro los ojos extrañado, restregándolos mientras bostezo. Creo que soñé con ella; debió ser un buen sueño, porque éramos felices, reíamos y nada se cernía sobre nosotros con tanta oscuridad como lo hace la nube tormentosa de los pecados ajenos.

Escuchar su voz ayer en la tarde, aunque un poco más débil y herida, me hizo sentir la presencia de esa niña que luchaba por pintarme una sonrisa de oreja a oreja cada dos por tres. Odio que su vida se torciera tanto, al punto de que no pueda controlar lo que sucede consigo misma.

Fue realmente duro percibirla tan cerca a través de la línea telefónica, sabiendo que la distancia no nos facilita las cosas. Pero tampoco lo hacen las circunstancias, la maldita situación que empeora según pasa el tiempo. Y presiento que Crystal seguirá siendo la más perjudicada.

Todavía tumbado entre sábanas revueltas, su imagen continúa rondando mi cabeza, junto al recuerdo de una linda historia que se ha convertido en todo lo que quiero. Crystal solía rellenar todos mis espacios vacíos, nada completaría el desierto que es mi vida ahora que no está.

Reúno algo de fuerzas que me ayuden a abandonar la cama, el Sol ya se cuela por las ventanas lo suficiente como para saber que no es muy temprano. Y el pasado interfiere demasiado en mi mente, no lograría volver a dormir.

Una brisa fresca remueve las cortinas al escurrirse por la ventana, y me estremece aún más que los recuerdos; obliga a que me ponga un abrigo sobre la camiseta sin mangas.

La puerta de la habitación de Mike está entreabierta cuando salgo al pasillo, ella no se encuentra allí. Mi estómago gruñe con fuerza, parece que no comiera hace varias semanas; estaría bien tomar un vaso de leche caliente teniendo en cuenta lo gélido de la temperatura.

Unos gritos desde el piso inferior alcanzan mis oídos en el momento en que me dispongo a bajar las escaleras. No pensé que esto ocurriría de nuevo, no lo creería a menos que lo vea con mis propios ojos. Y lo estoy viendo.

—¡Que ya no quiero volver al mismo tema!

Luego de espetar eso en su rostro impasible, Mike le da la espalda a papá. Pero él no ha concluido, la sostiene fuertemente por la muñeca; desde mi ubicación detrás de una columna, noto el gesto de dolor en la expresión de mi hermana, y me congelo por dentro.

Tom grita demasiado, sí. No obstante, nunca se había atrevido a ponernos un dedo encima.

—Te crees muy dueña de tu vida, ¿cierto? —Suelta su agarre de un tirón, impulsándola a caer sentada sobre el sofá—. Te vas y regresas sin dar explicaciones…

—No tengo que darte explicaciones, Tom. ¡Ya no!

El desdén de siempre en su mirada de desprecio acorrala las esmeraldas en los ojos de ella.

Voces de Cristal  (M.D.R.#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora