Narrador omnisciente.
El reflejo del alma se muestra en los ojos, como si el interior fuera transparente y totalmente penetrable. Como si todo lo que se guarda dentro estuviera simple vista para los demás. Muchos viven bajo una especie de gafas de sol, que no solo impiden al mundo ver dentro de ellos, sino que también los hace ver el mundo de un modo diferente, como algo ficticio o artificial.
Pero, cuando te quitas los lentes, todo se derrumba, y tus ojos vuelven a ser la carta de presentación. Y no hay nada más sincero.
Los ojos de Crystal eran un par de eternos enamorados, que decían todo con un leve contacto visual. Siempre expresivos, sus grandes ojos azules eran lo que más atraía de ella a cualquier persona nada más mirarla. Y Mitch no fue la excepción.
Ese profundo océano fue el sitio donde tantas veces naufragó, el cielo despejado que le permitió volar sin miedo a caer. En sus ojos él encontraba toda la paz del mundo, porque lo abrazaban, diciéndole que allí estaba seguro.
Si los ojos son el espejo del alma, el alma de Crystal fue la más pura entre todas. Porque eso mostraban ellos: la serenidad de un mar en calma, la claridad de las estrellas en una noche oscura.
Pero sus ojos ya no eran un sitio seguro para nadie, ni siquiera para ella. Dejaron de albergar paz, para convertirse en un témpano de frío hielo que no transmitía ningún sentimiento, ninguna emoción.
Habían perdido toda la vida aquella noche, en aquel cruel accidente que la dejó en este mundo, pero la privó de contemplar su belleza. Aquel accidente que no hizo detener su corazón, pero que le apagó de un golpe todas las luces a su vida.
Si es cierto que los ojos son el espejo del alma, la de Crystal se vació completamente porque, aunque aún tenían ese bello color azul, sus ojos parecían dos agujeros negros, perdidos en un universo desconocido.
Y Mitch no soportaba saber eso.
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Volviendo a la madrugada del catorce de octubre... y lo que pasó después.
La vida está llena de misterios, de secretos, de dudas. Muchos de ellos están hechos para ser descubiertos. Otros, para ocultar tras espesa niebla el pasado de las personas. Pero siempre hay alguien que se atreve a desafiar su destino para descubrir eso que le impide avanzar, aunque muchos cobardes sigan tejiendo esas cuerdas que los mantienen estáticos.
Aquella noche de octubre la vida jugó en contra de quienes todavía luchaban por desatarse del pasado, y solo los alejó aún más del futuro que querían alcanzar. Sus caminos se dividieron, sus destinos se desalinearon.
Mitch sabía que no estaba bien pedirle a Crystal que lo dejase llevarla a casa. Era de suponer que sería más maduro y evitaría esos arranques de adolescente enamorado. Pero ahí se encontraba el problema, él era un adolescente, y estaba enamorado. Crystal se había convertido en una adicción para él y, ahora que no podían estar juntos, la necesitaba más que nunca.
Crystal sabía que no era buena idea aceptar la oferta de Mitch. Se supone que acceder a las proposiciones de un chico casi nunca es buena idea; pero se trataba de Mitch, y ella no podía ignorar eso. Él era probablemente la persona en quien más confianza tenía, su mejor amigo, su canción. Que estuvieran a solas en medio de una noche tormentosa no significaba peligro para ella en ningún idioma que pudiera imaginar.
Pero sí en una circunstancia: si los padres de alguno de los dos los veía juntos.
No se ha de culpar al destino de lo que solamente el hombre tiene responsabilidad. Pues, no era culpa suya que ellos no pudiesen estar juntos, sino de las personas a su alrededor, que se habían equivocado vez tras vez y, en lugar de enmendar sus errores, hacían a otros pagar por estos. Incluso con intereses.
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Voces de Cristal (M.D.R.#1)
Teen FictionCrystal y Mitch fueron uno solo desde la primera mirada. Se volvieron la mitad del otro con aquella canción. Todo cambió, y ya no pudieron ser nada más... ...cuando el sol se eclipsó, cuando los mundos chocaron. Cuando todo oscureció. (Entra a la...