6. Yellow

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Narrador omnisciente.

Rebuscando entre las celebraciones de aquel día invernal, cuando el frío congeló el tiempo, y el fin de un año daba inicio a una historia.

La historia de Crystal y Mitch.

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El timbre se escuchaba por segunda vez en la casa de los Wade. Una tercera vez y...

—¡Por fin abres! —Anya entró desesperada después de que Crystal abriera la puerta—. ¿Estás lista? Ya vamos tarde.

—Sí, podemos irnos —aseguró a su amiga, con rastros de tensión en el rostro—. Pero antes dime que tal estoy.

Se dio la vuelta para que la otra chica tuviese una visión completa de su conjunto.

Lucía un vestido celeste con mangas de encaje hasta las muñecas, que se ajustaba en la cintura, y rozaba la parte superior de sus rodillas. Llevaba sandalias de tacón -no muy alto-, blancas como la cartera; y su larga cabellera peinada hacia un lado en una gruesa trenza, mostrando un pendiente con forma de flor en el otro lado, a juego con el colgante.

Anya la observó por un largo minuto con rostro inexpresivo, lo que provocó que Crystal dudara de su apariencia.

¡Estás guapísima! —respondió mientras se lanzaba a su cuello—. Me pregunto a quién quieres impresionar esta noche...

Se alejó unos pasos y enfocó su mirada en los ojos de la otra, mostrándole una sonrisa cómplice que esperaba respuesta.

Pero ya la sabía.

El rostro de Crystal se sonrojó, como siempre sucedía. Su tez era tan blanca, que adquiría color con facilidad; y el destino se empeñaba en darle razones para teñirlo.

¿No decías que íbamos tarde? —Rompió el contacto visual—. Solo, vámonos.

La pelinegra estalló en risas, saliendo de la casa. Ella hizo hasta lo imposible por ocultar su sonrisita, y el brillo de sus ojos, mientras seguía a la chica del vestido rojo que a veces se reía de ella como si todo lo que hiciera estuviese mal, pero había sido su amiga por mucho tiempo.

El hermano mayor de Anya accedió a llevarlas a la fiesta que Mitch y Mikaela prepararon por Nochevieja, pues los padres de Crystal se habían marchado a visitar a sus tíos desde la tarde. Como de costumbre, celebrarían allá y ella se iría a quedar con su amiga. No era nada extraño para ellas.

Me encanta tu vestido, Crys —Iban sentadas en la parte trasera del coche, sin decir una palabra hasta ahora.

Crystal no dejaba de pensar en Mitch, y no sabía por qué, si tenerlo a él en su vida era algo tan común, sentía una cosa parecida a los nervios en su estómago y las manos le sudaban cuando un pensamiento sobre el chico le cruzaba la mente.

Cuando escuchó a Anya, dejó de mirar por la ventana y se volvió hacia ella con una sonrisa fraternal en el rostro, sus rasgos tan delicados y sus ojos, que sonreían más aún.

Mamá me lo obsequió. —Bajó la mirada y sostuvo la tela de la falda en sus manos—. Dijo que estaba siendo muy buena en la escuela, y me lo merecía. —De nuevo observó a la chica, que se hallaba sentada de lado, con su cabeza apoyada en una mano—. Y que las cosas en casa estaban mejorando después del ascenso de papá. —Se encogió de hombros—. Así que no debo preocuparme, supongo.

Anya enarcó una ceja y chasqueó los dedos de su mano libre.

Pues dio en el punto. —Rió—. Eso era justo lo que necesitabas oír para que dejes de preocuparte por los asuntos financieros de tu familia. No es que debas ignorarlo, pero tienes que disfrutar tu juventud.

Voces de Cristal  (M.D.R.#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora