5. Locuras por ella.

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Mitch.

Es cierto eso de que los recuerdos son una especie de foto captada por el corazón; y son maravillosos. Aunque no siempre sean buenos, sirven para dar un vistazo hacia atrás; volver a vivir cada momento, así sea de un modo fugaz y reconstruido.

Pero Crystal nunca se conformó solo con recuerdos.

Prefería prevenir a su manera, que lamentar la decepción de no recordar nada si un día sufría de amnesia o algo por el estilo; una foto nunca estaba de más. Sin duda, su filosofía era un poco extraña, pero válida para ella, y yo no sería quien la juzgara, al contrario, hacía cualquier cosa por esa chica, a pesar de ser una locura.

Guardo muchas de sus fotografías, que me hacen rememorar tantas cosas, que pueden ser solo recuerdos la vida entera; que quizás no recordaremos juntos otra vez, para reír o llorar. Que nunca podré volver vivir.

Eso es una de las pocas cosas que me quedan de Crystal, pero ella tiene tanto de mí que a ratos no me siento existir.

Ella posee gran parte de lo que soy, de mi espíritu; ahora queda solo la portada corrompida de un libro en blanco, que no está dispuesto a ser escrito nuevamente. A menos que fuera por esa misma niña aventurera que no entendía un ´no´ como respuesta, y que siempre me llevaba a descubrir un poco más de lo que jamás hubiese imaginado que existía.

He terminado deambulando por la habitación, sin rumbo ni motivos, cuando de pronto mi vista se enfoca en la imagen colgada en la pared, junto a la guitarrita de madera.

La tomo en mis manos.

Miro durante un rato la foto enmarcada. Añoranza, es lo que más destaca entre la revolución de sentimientos que aparecen al contemplarla.

Es una de Crystal, donde lleva una sudadera gris, pantalones cortos y una gorra de béisbol, y sonríe a la cámara como si fuese su gran amor.

Está sentada en el suelo con las piernas cruzadas; el Sol se oculta tras ella, regalando a la imagen varios matices claros, y una luz que resalta sus ojos azules.

A mi mente llegan imágenes de aquel día. Uno, como la mayoría de los que solía pasar con Crystal, divertidos y emocionantes.

—Amé ese día —murmuro; los labios casi no se separan mientras las palabras se desprenden forzadas, junto a una triste sonrisa.

Ella había querido salir por ahí, a disfrutar la belleza natural; era adicta a admirar todo eso que poseemos, y muy pocos valoran. Y ya había logrado hundirme en su adicción. Así que juntos inhalábamos el color de las flores, embriagados con los silbidos del viento; fumábamos el polvo de los caminos, absorbiendo la vida que nos rodeaba, sin restarle ni un gramo a su intensidad.

Yo había decidido que pasearíamos por la parte de la ciudad donde vive Crystal. Siempre la he considerado la parte real de la ciudad; el sitio en el que no hay que fingir sonrisas, ni guardar apariencias, donde la hipocresía y la superioridad no tienen cabida.

Tan distinto a barrios como el mío, que parecen una maqueta de casas perfectamente diseñadas, colocadas a distancia medida unas de otras. Por momentos, lucen como solitarios sitios fantasmales, o una fiesta de disfraces en la que nadie se retira nunca la máscara, porque sus rostros muestran al pecado mismo.

Aunque en el escandaloso barrio de Crystal encuentras delincuentes, drogadictos, mujeres que venden su cuerpo, y todo tipo de personas desagradables, el mío puede llegar a ser más peligroso. Porque las balas perdidas siempre hacen ruido, y dejan rastro. Pero los peores crímenes se cometen en silencio, sin huellas ni testigos.

Voces de Cristal  (M.D.R.#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora