Crystal.
A diario se accidentan miles de personas en el mundo; pero no todos los accidentes te hacen pensar que existen miles de mundos, y no hay lugar para ti en ninguno de ellos.
¿Por qué tenía que ser precisamente yo la víctima del destino cuando decidió hacer coincidir tanta desdicha?
¿Por qué la vida quería que perdiese tanto?
¿Por qué demonios me dejo vencer por la vida y sus juegos sucios?
Muchas preguntas. Ninguna respuesta.
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Llevo dos semanas fuera del hospital. Dos semanas en las que no he sido capaz de mantener una conversación coherente, y en las que todavía no consigo aceptar completamente lo ocurrido aquella noche que me cambió la vida; a pesar de ser mi realidad, no puedo conformarme.
Pasar todo el día dentro de un universo solitario que se cae a pedazos se ha convertido en lo único que hago. Cada cosa alrededor se vuelve nada comparado a lo que llevo por dentro.
Pero mi estado de ánimo empeoró -si es que podía estar peor- cuando supe más temprano en la mañana acerca de la visita que debía realizar.
-No iré -fueron mis palabras. Nada más.
Mamá suspiró con pesar, supongo que aún no tenga fuerzas para luchar contra mis impulsos, pero tampoco para seguirme la corriente.
-Crystal, lo siento, pero no te estoy preguntando.
Por el tono imponente que usó al hablarme, y a la vez, la ternura con que me ayudó a vestir, entendí que no existía salida posible.
Ahora vamos camino al hospital, en silencio. Sentada en la parte trasera del taxi, con la cabeza apoyada en el cristal de la ventanilla, siento las vibraciones del auto en su movimiento y el amortiguamiento de cada bache.
Mamá, al lado, me sostiene la mano con delicadeza.
-Nena, sabes que esto es necesario ¿verdad?
Sinceramente, no sé cómo responder a eso; un nudo se aferra con fuerza a mi garganta cada vez que intento decir algo, y solo tengo ganas de romper a llorar como una niña pequeña que perdió a su mamá en medio del parque -no el tipo de niña que fui, pero algo así-.
No lloraré, no puedo hacerlo.
Asiento desanimada, sin ocultar el aturdimiento y la confusión, apretando la mano de mi madre. Porque quizás tiene razón, quizás lo necesito.
Aunque cuesta admitirlo.
El viaje desde casa dura menos de lo que imaginaba; luego, bajar del taxi para adentrarnos en el hospital, se me va en un segundo. Para cuando me percato, ya estoy sentada frente a la psicóloga, en su consultorio.
-Como sabrán, soy la doctora Diane Cruz -su voz es melodiosa y juvenil; es agradable.
Mamá sostiene mi mano otra vez; no es que esté pensando en marcharme, como para que tenga que sujetarme constantemente, pero puede que eso la tranquilice.
-Sí doctora, mucho gusto -la saluda, fingiendo calma.
Después de las presentaciones, la doctora le ha hecho varias preguntas sobre mi recuperación; y, eventualmente, me pregunta alguna cosa trivial, como qué he estado comiendo o qué hago para pasar el tiempo.
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Voces de Cristal (M.D.R.#1)
Teen FictionCrystal y Mitch fueron uno solo desde la primera mirada. Se volvieron la mitad del otro con aquella canción. Todo cambió, y ya no pudieron ser nada más... ...cuando el sol se eclipsó, cuando los mundos chocaron. Cuando todo oscureció. (Entra a la...