𝐈𝐈

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Timothée Chalamet

No sabía cuanto tiempo exactamente había dormido, ayer cuando llegue a casa escuche sin atención los sermones de mi madre y me acosté a dormir. Pero todas esas horas de relajación se fueron cuando Pauline toco la puerta de mi habitación desesperadamente.

—¿¡Qué esperas para despertarte!? —Dijo golpeando la puerta aún más fuerte. —Hombre despiértate, si quieres vamos a comer un helado o algo, pero sal de ahí.

Me levante solamente porque quería que dejara de molestarme.

—Pau no tengo ánimos, ¿puedes irte? —Dije mientras me rascaba los ojos.

—Vamos sal de aquí, no te hace bien, si no sales le diré a Susy que te ponga a lavar los platos, la ropa, las camio...

—Salgo en cinco minutos.

Cerré la puerta, me cambié de ropa y me puse una gorra y unos lentes de sol, tenia los ojos rojos junto a unas gigantescas ojeras, mi pelo estaba más alborotado que nunca, seria de gran ayuda ambas cosas.

Sali de mi casa y comencé a caminar, no sabía a donde exactamente ir, pero Pauline en parte tenía razón no era lo mejor quedarme en mi habitación y caer en depresión. Una vez comencé a andar me perdí en mis pensamientos.

Con la mirada en mis zapatos y mis manos en la bolsilla de mi sudadera, choque con alguien haciendo que cayese.

—Oh disculpe, lo siento mucho. —Dije ayudando a levantar a una rubia. —¿Ginevra?

—Deberías de ser más cuidadoso. —Dijo limpiando su gabardina rosa pastel y limpiando sus botines de tacón blancos. —Ya veo porque es que te andas perdiendo...

—Oye Ginny. —Dije acercándome a ella cuando se alejó arreglando las ondas de su cabello, me rasque la nuca con nervios no sabía si lo que le iba a decir lo tomaría mal. —¿Qué harás hoy?

—Bueno trabajar, de hecho iba a abrir la tienda. —Dijo sacando las llaves del pequeño bolsillo en su gabardina. —¿Quieres acompañarme?

Seguí a la chica hasta el local, al entrar aquel lugar tenia un olor a canela mezclada con vainilla, una mezcla de olores relajantes que me gustaba, mientras ella avanzaba hasta al mostrador haciendo sonar sus tacones, yo caminaba despacio viendo con determinación cada estante repleto de discos normales y discos de vinilo. Ella solo puso su bolsa, hoy blanca, en un perchero detrás de la silla del mostrador ¿qué llevara dentro además de muy posiblemente maquillaje?

—¿Te gustaría escuchar un poco de música? —Dijo quitándose la gabardina y poniéndola en el respaldo de la silla.

—Claro, siempre viene bien escuchar música. —Dije acercándome al mostrador. —¿Y tu padre?

—Esta en casa, tuvo un día largo ayer. —Dijo mientras se subía en un banco para alcanzar un disco que estaba muy alto.

Decidí dejar de preguntarle cosas intimas, podría llegar a incomodarse y echarme del lugar no de muy buena forma.

El resto de la tarde la pasamos escuchando música, la chica era realmente genial y tenia unos gustos musicales perfectos.

—¿Qué opinas de la salsa? —Preguntó entregándome un disco de un tal Eddie Santiago

—Nunca he escuchado música en español, bueno si lo he hecho pero más que todo reguetton creo que se llama. —Ella me miró sorprendida, realmente ella no se veía latina o algo similar—Pero a de ser un buen género.

Nuestras risas fueron interrumpidas cuando un hombre enorme como de 2 metros y de ojos verdes entro a la tienda, Ginny se puso aún más pálida de lo que normalmente era. Así que se paro de su silla y se acercó a mi oído susurrando un "Puedes irte, mañana a cualquier hora puedes venir" mientras me daba una sonrisa y me empujaba levemente a la puerta trasera.

Al salir pude notar que al tipo le incomodaba mi presencia por mi presencia, pero le dio la vuelta a la caja registradora y empezó a tomar dinero, puse el bolso que me dio Ginny con discos en mis hombros. Di un suspiro profundo, ese señor definitivamente tenía que intentar respetar más el local de ella, pero lastimosamente no podía cambiar nada asi que empecé a taradear una canción salsa que logré escuchar.

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LA NOCHE MAS LINDA ─── Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora