𝐕𝐈𝐈𝐈

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Timothée Chalamet.

Iba en camino al lago donde cite a Ginny en la mañana. Pauline me hizo el favor de llevarme en carro, pasamos una gran carretera y nos íbamos alejando cada vez más de la ciudad, fije mi mirada en los grandes y altos árboles. Al llegar vi a una chica de cabello rubio mirándose en el espejo sentada en una banca, le dije a Pauline que me esperara un tiempo. Baje del carro y camine hacia ella.

—Hola. —Dije sentandome a la par de ella.— ¿Me esperaste mucho?

—Tranquilo, acabo de llegar. ¿Quieres caminar?

—Está bien, ¿cómo lograste llegar?

—Zamir me trajo a cambio de un almuerzo. —Dijo señalando a un punto un poco alejado de dónde nosotros, ahí estaba el rubio junto a una morena hablando relajadamente.

—Ah bueno, Ginny tengo que decirte algo, que me esta quitando el sueño. —Dije mirandola con nerviosismo. —Pero ponme atención.

—Te la estoy poniendo. —Dijo tranquilamente fijando sus ojos en los míos.

—Es que es algo medio serio.

—A ver, dime. —Su mirada se puso más penetrante, lo que erizó los bellos de mi nuca.

—No se como empezar, me siento algo mal por esto...

—¿Tienes algo? —Dijo mirándome con preocupación y poniendo su mano sobre mi hombro.

—No, solo es que me cuesta encontrar las palabras. Me pongo nervioso, es eso. —Dije pasándome la mano por el cabello, estoy que me muero de los nervios.

Se le salió una leve risa y tomó mi mano. Se me paro el corazón, sentía que el aire me faltaba, estaba nervioso si sus sentimientos no eran correspondidos, me daría mucha vergüenza y aparte perdería la amistad y el cariño que poco a poco nos hemos tomado.

Decidí deje de darle vueltas al asunto, y acabar con el plan, mejor la conoceré más y me tomaré un tiempo para pensarlo mejor, muy probablemente solo sea una confusión yo no suelo enamorarme rápido. El plan de quedarme callado me hizo volver a respirar mejor

Ginevra Penderghast.

Timothée en toda la conversación ni me dirigía la mirada, algo que realmente me molestaba. ¿Que le pasará? Además de que se notaba nervioso no paraba de jugar con sus dedos o apenas veía una flor le arrancaba los pétalos. Mi mente está llena de preguntas ¿qué me tenía que decir? ¿será que ocupa ayuda y no sabe como pedírmela? Mi mamá siempre decía que la mente traicionaba y hacía que nos quedáramos callados cuando más ocupabas hablar. Lo malo es que quería ayudarlo porqué le empecé a agarrar aprecio.

—¿Aprecio? —Dijo Timothée confundido. —¿A quién?

Que vergüenza.

—Nada, nada. —Dije haciéndome la boba, pero realmente estaba que me moría de la pena. —¿Tim, no hay problema con que me vaya? Es que en menos de una hora tengo que estar en la tienda, porque mi padre va a recibir mercadería y no puede estar cerrada.

Era una total mentira, mi papá no ha llegado a casa desde el domingo y estamos viernes, realmente por la mercadería siempre la recibo yo los jueves por la tarde. Pero no quiero seguir acá, me siento ya incómoda y no es por la presencia de mi castaño, es por el ambiente.

—Claro, tranquila. —Dijo tomando él mi mano, haciendo que se me bajara el color de la cara, agradezco tanto al rubor en estos momentos. —Ten, los vi en una tienda y me acorde que son los que siempre comes. —Me entrego una caja de madera blanca, cuando la abrí me encontré con tres diaemas, una de perlas, una rosada y otra celeste. No podía explicar lo bonito que sentía, nunca había recibido un regalo tan personal.

—Que lindo detalle, muchísimas gracias Timmy. —Dije recibiendo la caja y abrazándolo por la nuca, sentí como si fuera mi alma la que lo estaba abrazando y dejará atrás todo lo malo que ha pasado.

—No es nada, preciosa.— Dijo sonriéndome. —Nos vemos mañana en la tienda, ¿te parece? —Dijo en lo que asentí feliz, sonrió otra vez y me dio un beso en la mejilla. Ese tacto se sintió tan suave.

—Hasta luego. —Dije aún atóntala, viendo como se alejaba. Me iba acercando a Zamir con una sonrisa tonta en la cara.

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LA NOCHE MAS LINDA ─── Timothée ChalametDonde viven las historias. Descúbrelo ahora