Capítulo 20: Quédate con mi teléfono

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Volví cerca de las 12 de la noche a la casa de la Fran. Me iba a quedar a dormir con ella porque se ofreció a acompañarme mañana a mi prueba para que no estuviera nerviosa. Astrofísica Experimental era el único ramo que me faltaba para pasar al último año de la carrera, así que igual era importante que me fuera bien. La capi ya estaba durmiendo cuando entré a su pieza, me acomodé con cuidado en el otro lado de la cama para no despertarla.

Ahora que lo pienso, yo pasaba más tiempo en su casa que en la mía. Era como la casa del equipo en verdad, desde chicas que nos íbamos todas a comer una colación a las 4 de la tarde y la tía nos esperaba con leche con plátano. Bueno, hasta el día de hoy sigue igual.

A la mañana siguiente sonó una alarma pero no era la mía. Me senté en la cama y me encontré con que la Fran ya se estaba levantando y tenía mi teléfono en sus manos. ¿Me lo estaba revisando?

- Hola Rapu, buenos días – lo dejó sobre el velador - ¿cómo dormiste?

- Bien – me despejé el pelo de la cara - ¿oye? ¿me pasas mi teléfono? Parece que no sonó.

- Se quedó sin batería, justo te lo iba a poner a cargar.

- Puta la wea – me dejé caer hacia atrás sobre las almohadas – anoche llegué tarde, demás que se me olvidó cargarlo.

- Tranqui, llévate el mío, total voy a andar contigo en la u.

No le di más vueltas. Menos mal que sí había sonado su alarma así que andábamos con tiempo. Me duché y bajé a tomar desayuno, la tía me estaba preparando huevos revueltos y un tazón de café con leche diciendo que tenía que comer bien para ir a dar la prueba.

La Fran me acompañó hasta la puerta de la sala. Ni un "que te vaya bien, suerte" salió de sus labios, no era su estilo, pero sabía que me deseaba lo mejor. Se quedó parada de brazos cruzados, como si fuera un perro guardián y estuviese ahí para atajar cualquier pizca de nerviosismo que se colara por los pasillos.

Salí 90 minutos después, con el ramo aprobado y un peso menos encima.

- Nada del otro mundo – me limité a decir y me pasó un brazo por los hombros.

- Las chiquillas te están esperando en mi casa, vamos.

La Anto se rajó con un pack de cervezas. Yo encontré que estaba medio helado para tomar, eran los primeros días de Enero, y como dicen las abuelitas, los primeros doce días avisan cómo va a ser el clima de los doce meses del año. Hoy estaba nublado, y parece que iba a ponerse a chispear muy pronto. Al resto del equipo no pareció importarle, yo igual me tomé una para apañar.

- ¿La Gringa no vino? – pregunté cuando noté su ausencia.

- Dijo que se venía después – contestó la Chinita y le dio otro sorbo a su cerveza.

- Oye, tú eri menor de edad – se la quité – pasa pa acá.

Entonces me la tomé al seco y las niñas se rieron. Como a las 4 de la tarde se empezaron a ir a sus casas, me quedé sola con la Fran. La estaba ayudando a ordenar, y en eso entró la Gringa corriendo.

- Rapu, weon, ¿por qué no me contestai el teléfono? – se apresuró a decir.

- Me quedé sin batería – le mostré que tenía el teléfono de la Fran - ¿qué onda?

Ellas se dieron una mirada extraña, entonces la Gringa asintió como si hubiese captado el mensaje.

- Bueno, no importa – suspiró, parece que se había venido corriendo – el Nico me dijo que le gustai, viene para acá a declararse.

Juega conmigo (Joaquín Montecinos y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora