Capítulo 24: Somos vikingas

349 25 74
                                    

27 de Enero del 2022

Sentada frente al espejo, mis manos trenzaban con destreza a lo largo de mi nuca. Una horquilla sirvió para ocultar un mechón de pelo que alguna vez había sido cortado en un arrebato, y lo mantuvo fijo para unirlo a la larga trenza que me caía por un costado, adornada con trencitas más pequeñas que estaban bien pegadas a mi cabeza.

Me puse de pie y alisé la camiseta que vestía con tanto orgullo. Por tratarse de la final, le habíamos añadido destellos y brillantina dorada, como estrellas, que sobre el fondo lila daban la impresión de ser un atardecer en la playa.

Me puse los audífonos para escuchar una canción mientras caminaba al bus. La Gringa me estaba esperando en la placita para recibirme con un abrazo.

- Me gusta – dijo cuando tomó mi trenza entre sus manos, esta era la primera vez que me peinaba yo sola, la soltó y me hizo un gesto para subir al bus – vamos, arriba.

Eran cerca de las 7 de la tarde, una suave brisa nos envolvió cuando llegamos al estadio, se leía "Vikingas vs Leonas: La final" por todas partes, y desde los camarines podías escuchar los gritos del público. "Esto dejó de ser un juego", pensé, intimidada por lo enorme del recinto, y por el significado del partido que estábamos a punto de disputar.

Me senté al lado de la Fran, que se estaba acomodando la jineta de capitana en el brazo, esperando a que diera las instrucciones, pero nunca lo hizo.

- ¿Capi? – hablé en representación de todas - ¿algo que decir?

- Cada partido puede ser una final – la observamos expectantes – pero eso ya lo saben, porque cada partido que hemos jugado en este campeonato pudo haber sido la final, sin embargo hemos llegado hasta aquí, así que no quiero que se asusten. Quiero que salgan a la cancha y estén orgullosas de ustedes sin importar lo que pase hoy.

Silencio absoluto. La autoridad de la Fran se había consolidado todos estos años gracias a esto, ella tenía un "no sé qué" que era capaz de liderar a un equipo incluso estando bajo tanta presión como hoy.

Salieron a buscarnos para formarnos en el túnel. Respiré hondo cuando tuve frente a mí la magnitud del estadio y su gente. Me agaché para atar mis zapatillas, la Anto las había recogido de la plaza el día que las tiré, y las guardó hasta que estuve convencida de que no iba a dejar de jugar por Montecinos, todo lo contrario. El esguince en mi tobillo derecho ya había sanado, y de los cordones de ese lado colgaba una pulsera de macramé roja que me recordaba todo lo que trabajé para llegar hasta aquí.

Gracias Joaco por enseñarme, ahora me toca ponerlo en práctica sola.

Puse un pie en la cancha mientras se repetía una frase en mi cabeza, la habíamos cantado tantas veces en el entrenamiento:

"Es mi responsabilidad, tengo el pase al capitán y a la capital con expectativas".

Volví a tener los pies en la tierra y sentí todo el peso de su significado, como si estuviera jugando la final de un mundial. Supongo que cuando vienes de jugar en la cancha de tierra de tu población esto sí es mundial.

El silbato del árbitro dio inicio al partido. De inmediato nuestra formación 4-3-3 presentó problemas: el medio campo de las leonas era como una pared, imposible de atravesar cuando intentábamos atacar, e imposible de desarmar cuando ellas recuperaban la pelota. Nos acorralaron en nuestra propia mitad de cancha.

Iba yo por el medio, la Gringa a la izquierda y la Anto por la derecha, de las tres ella era la que tenía más cuerpo. Se aprovechó de eso para irse al choque con una volante de contención, desarmó su esquema defensivo y nos dio el primer acercamiento a la portería. Con la Gringa corrimos para ponernos en línea con ella, la Anto buscó posicionarse bien, hacer que la pelota le quedara cómoda para disparar y cuando estaba a punto... la pelota desapareció de sus pies. Una de las Leonas la recuperó tan rápido que nos quedamos quietas digiriendo la situación. La voz de la capi nos hizo reaccionar:

- ¡Bajen! ¡Bajen! – aleteaba, pero la delantera del otro equipo ya había recorrido casi tres cuartos de cancha con un pique impresionante.

La Fran era la única que podía alcanzarla, el resto de nuestra defensa se entusiasmó con el casi gol de la Anto y habían subido demasiado. La capi corrió como nunca, de ella dependía que no nos metieran un gol. Ninguna de nosotras, en todos los años que llevamos jugando juntas, sabía que ella era capaz de alcanzar esa velocidad.

Llegó a pisarle los talones, la delantera estaba a metros de pisar el área grande cuando la Fran pasó por el lado de ella hasta ponerse por delante y le hizo una barrida. La sensación de alivio nos duró poco, sólo hasta darnos cuenta de que la Fran seguía tirada en el piso y el árbitro le estaba mostrando además la tarjeta roja por la falta que había cometido. La Gata, nuestra arquera, fue la primera en llegar a prestarle ayuda.

- ¡Se desgarró! – gritó e hizo señas para que entraran los paramédicos.

A estas alturas daba lo mismo que la hubieran expulsado, tuvieron que sacar a la capi en camilla. Se me apretó la guata cuando, aparte de toda la preocupación por la lesión de la Fran, caí en cuenta de que ahora éramos 10. Teníamos que jugar con una menos en un partido que ya estaba difícil.

Entonces sentí que me agarraban por el brazo. Era la Fran, me estaba entregando la jineta.

Conchetumadre.

La responsabilidad que me heredó ella cayó como un peso sobre mis hombros cuando nos metieron un gol, poco antes de terminar el primer tiempo.

Tenía que levantar a un equipo golpeado anímicamente, a mi equipo, y no sabía como chucha lo iba a hacer, pero tenía 15 minutos.

Me arreglé la jineta en el brazo y entré con paso firme a los camarines. No me creía el cuento ni yo, pero no podía dejar botadas a mis compañeras ahora. Se reunieron en torno a mí, expectantes. Entonces dije lo primero que se me ocurrió:

- Nos sacaron la cresta.

"¡Qué buena manera de empezar un discurso motivacional, Rapu! Te pasaste". En mi mente había sonado mejor.

- Nos sacaron la cresta en la cancha y vamos perdiendo – continué – pero no quiero que piensen en ese panorama, quiero que se miren a ustedes mismas – hice una pausa y me ubiqué mejor frente al medio círculo que habían formado – somos más que el segundo lugar de este campeonato, somos las que hace 15 años se juntaban a jugar a la pelota después de clases, las que formaron un equipo aunque nadie nos tuviera confianza, y años después dejaron en alto el nombre del barrio. Somos las que nos levantamos de madrugada para entrenar antes de ir a la u, las que aprendimos a dar pases en una cancha de tierra, las que incluso sin entrenador llegaron a jugar una final – miré a mi alrededor y sentí que las estaba enganchando, agarré confianza para hablar más fuerte – somos las que jugamos con zapatillas prestadas – la Chinita sonrió – las que se acompañan en las buenas y en las malas, las que se pueden sacar la cresta y aun así se paran y siguen porque saben no tenemos más gente en la banca – me agarré del escudo de mi camiseta – somos a las que trataron de flaites y otras veces de princesas, somos las que le ganaron al equipo de hombres de la población y se ganaron su respeto, somos las que le ponemos corazón y garra en cada partido que jugamos, somos las que incluso con una menos no se van a rendir hasta el final... si después de esto no somos vikingas, entonces no sé qué somos.

Me aplaudieron. El abrazo de la Gringa me sacó de mi aturdimiento, si me preguntan qué wea acabo de decir la verdad es que no me acuerdo, pero funcionó.

- Ya – suspiré, todavía en este personaje de capitana - ¿ahora qué hacemos para tapar el cagazo de la Fran?

⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆⋆

El discurso de la Rapu está inspirado en lo que dijo Claudio Bravo antes de irse a penales con Portugal en la Copa Confederaciones, me emocioné mucho :)

El partido está difícil para las chiquillas: están jugando con una menos, no tienen a nadie que les de instrucciones y van perdiendo. ¿Lo pueden dar vuelta todavía?

¿Qué creen que van a hacer? ¿La Rapu sabrá actuar como capi y liderar a su equipo?

Pd. Quizá alguna no lo sabe, pero estos discursos motivacionales en los camarines se llaman "hacer piña". Recuérdenlo para más adelante. 

Juega conmigo (Joaquín Montecinos y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora