VIII

21 0 1
                                    

Monótonamente, caminó en dirección a la institución. Esa mañana seguía con secuelas por la noche anterior: fresca. Llevaba puesto un sweater verde y unos pantalones deportivos que a penas lo resguardaban del frío.

Varias cavilaciones embotaban la mente de Louis, creía firmemente que tanto palabrerío en su cabeza era a causa de empezar la semana y todas las preocupaciones que eso conllevaba. Claro que esto se duplicaba, o multiplicaba, al haber tenido un accidente del que, oh, suertudo, había salido ileso. Desearía tanto evitar la parte en la que todos quedan confundidos por su presencia. Toda su vida había pasado desapercibido, y ahora, estaba en boca de todos.

Aún así, se centró en cada una de las clases del día. A veces fingiendo hacer anotaciones para ocultar su rostro cansado.

En el descanso se dedicó a tomar su café negro y a leer un libro de historia mundial en la cafetería de la universidad para mantener sus pensamientos controlados. A tan solo unos minutos de tener que volver a su próxima clase, una presencia perturbó su lectura. Alzó su mirada y... Adriano, el chico de los cabellos dorados, se encontraba frente a él con una expresión en la cara difícil de descifrar. Podría conjeturar que, tal vez, estaba entre sorprendido y preocupado.

—Ya ves, estoy vivo—dijo Louis, sin gracia.

Tomándolo por sorpresa, unos brazos lo envolvieron apretujándolo con fuerza.

—Oh, Louis, me preocupé mucho cuando supe lo que le pasó a tu coche—dijo Adriano y miró a Louis con los ojos bien grandes. Comenzó elevando su mano hasta el dorado rostro del contrario, sigiloso pero firme, e inició pequeñas caricias.

Louis quedó inmóvil por el atrevimiento, a penas lo conocía. Él solo podía pensar en Harry, sentía a Adriano como un impostor.

—Lo siento, Adriano—tartamudeó—, tengo una clase importante justo ahora.

Intentó retirarse con un ademán, pero las nuevas palabras de Adriano lo detuvieron.

—Sé que me conoces muy poco—comenzó y se fue acercando, otra vez, hacia Louis—, pero he sentido una conexión muy grande contigo. ¿Tú no?

—¿Una conexión?

—Sí... como si te conociera desde siempre—dijo y una sonrisa genuina se hizo notar en su rostro.

—Sabes... quizás debamos salir algún día—agregó amistosamente el ojiazul.

֎֎֎

Se adentró a la institución a paso acelerado, en dirección al salón de clases donde pasaría su última hora antes de volver a casa, o, al menos eso creía. Pasando por al lado de los baños, algo lo tomó del brazo con una fuerza inhumana para encerrarse en los cuartos blanquecinos.

Harry lo mantenía contra la pared, oía su fuerte respiración y veía su mandíbula tensa, estaba enojado.

—Adriano—dijo el ojiverde

—Qu...

—Llegó a la ciudad hace unos meses, es estudiante de derecho y vive a un par de kilómetros de aquí. Sus padres son políticos corruptos, asquerosamente ricos, quienes lo obligan a seguir sus pasos. Practica fútbol americano de lunes a sábados, de cuatro a ocho y media de la noche; el mismo horario en el que salgo a cazar ratas y si no deja de acosarte se convertirá en una.

—¡Por el amor a Dios, no estaba acosándome!

—Claro que sí, te mira como si quisiera probarte—frunció el entrecejo, hablaba en serio.

—No puedes afirmar algo solo por conjeturas tuyas, no tienes pruebas.

—No saldrás con él.

—Sí, lo haré.

ᴱⁿʲᵒʸ ᵀʰᵉ ˢⁱˡᵉⁿᶜᵉ » ˡᵃʳʳʸ ˢᵗʸˡⁱⁿˢᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora