VII

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Tras haber menguado la escandalosa tormenta llegó a casa de su madre, quien lo recibió con lágrimas en los ojos y un intenso abrazo, el cual, en un momento se vio obligado a interrumpir a causa de lo extenso que se volvió.

La señora Johannah se había quedado viuda después de que sus hijos abandonaran el hogar. Actualmente estaba casada con un hombre llamado Tayson que, aunque no haya tenido oportunidad de pasar largos periodos de tiempo con él, parecía bastante amigable.

Su hermana; Lottie, partió de la casa cuando Louis cumplió los dieciocho años de edad. Actualmente no sabían nada de ella, nunca llamaba, nunca los visitaba. Fue prácticamente como si se desvaneciera, dejando un sentimiento de incertidumbre y angustia a sus familiares.

Al adentrarse en el ambiente familiar, notó que Gigi se encontraba allí. Tenía los ojos llorosos y un leve puchero que se formaba en sus labios.

Vio, por segunda vez después de aquella vez, a la joven del bar que le destrozaron el corazón. Supo que tal vez no era tan fuerte cuando se trataba de su mejor amigo.

Corrió a abrazarla, repitiéndole en varias ocasiones que él estaba bien, que no tenía que llorar más.

Una vez calmo el ambiente, se introdujo a relatar lo sucedido—la misma historia que sabía el detective, por supuesto—nadie debía enterarse, y mucho menos en un momento tan delicado como ese.

—¿Entonces robaron tu auto? —preguntó su preocupada madre.

—Supongo—contestó inseguro—. Como les dije, había tomado demasiado, no recuerdo nada.

—Louis, ¿desde cuándo tomas tanto? —reprochó Johannah. Sentía que no conocía a su propio hijo.

—Fue solo por esta vez, por el cumpleaños de un amigo—lanzó, exasperado.

—Está bien, Johannah. Lou nunca toma demasiado, solo fue esa noche. No significa que se volverá dependiente de la bebida—suavizó Gigi.

En el momento en que notó que su mejor amiga no le creía ni un poco, supo que la había jodido. La vergüenza se palpaba en su semblante, necesitaba retirarse del lugar.

Tomó su abrigo que reposaba en uno de los brazos del sofá.

—Lo siento, recordé que dejé pendiente unas cosas en casa—mintió, otra vez. Se despidió de las dos mujeres con un abrazo.

—Louis—llamó y lo detuvo del brazo—, todavía tenemos que hablar.

El ojiazul asintió y finalmente se retiró, cerrando la puerta detrás de sí.


֎֎֎


Se sentía colapsar al estar largos periodos de tiempo con los personajes que lo vieron crecer. Todo él había cambiado; su trayectoria se basó en un cambio radical a causa de la soledad que lo rodeaba desde se independizó. Creía hipócrita el actuar como si todo estuviese bien, mintiéndoles descaradamente, adoptando el papel de buen hijo que a su madre hacía feliz. Un asqueroso sentimiento de vulnerabilidad lo perturbaba.

Para esos momentos—en donde se perdía a sí mismo—su refugio eran las grandes extensiones de naturaleza. Era allí, donde se reencontraba. 

El variopinto campo de tulipanes se lucía celestial, los débiles rayos de sol acariciaban las flores, dándoles un aspecto cálido a cada una de ellas. No obstante, pequeñas gotas de rocío se deslizaban por la verdosa hierva; éstas mojaron sus pies cuando procedió a quitarse los zapatos. Sintiendo los dedos de sus pies, ahora libres y desnudos, enterrarse en el suelo húmedo cuyo aroma lo transportaba a su infancia.

ᴱⁿʲᵒʸ ᵀʰᵉ ˢⁱˡᵉⁿᶜᵉ » ˡᵃʳʳʸ ˢᵗʸˡⁱⁿˢᵒⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora