Capítulo 33

338 24 0
                                    

El frío calaba sus huesos. Había anochecido y no tenía ni idea de cuanto tiempo llevaba caminando. Resulta que "el pueblo de al lado" no estaba tan al lado

Entonces vio varia luces, y un cartel que decía: Bienvenido a Tadcaster. 

Se aproximo dentro. Debía ser tarde, no había ni un alma. Pero al ser un pueblo más pequeño del que venía, se oriento bastante bien.

Solo había un pub. La puerta estaba cerrada pero se escuchaba música y mucho griterío. Decidió entrar, ahí la ayudarían. 

El olor a cebada inundó  sus fosas nasales. Había muchas mujeres bailando y cantando a voces. Todas llevaban tutus y tiaras. 

En un cartel muy grande ponía: Último día de soltera de Rachel

<<Ay, Rachel... >>

Había sido una de las mejores amistades que había echo en Londres. La echaría mucho de menos. 

Sigue recordando cómo lloro cuando la invitó a comer y le dijo que volvía a España. Se pasaron los correos y el usuario de foto blog para estar siempre en contacto. 

Despejo esos pensamientos de su mente, ahora tenía que centrarse en una cosa. Buscar a River.

Cuando llego a South Milford, había intentado llamar a River y a Bea. Pero no había cobertura, y menos si tu tarifa de móvil era española. 

Sacó otra vez el móvil, y... 

<<¡Mierda! >> 

Su batería se había agotado. 

Decidió, que la mejor idea ahora era acercarse a la barra y preguntar por la familia Murphy, seguramente en este pueblo tan pequeño se conozcan todos. 

—Disculpe. —exclamó Andrea, ya que con el barullo que había no escuchaba ni sus propios pensamientos. 

—¿Conoce a la familia Murphy? 

El señor de pelo canoso, frunció el ceño.

—Puede ser más concreta, por favor. —pidió amablemente. 

—River Axel Murphy y Beatrice Anne Murphy, son a los que estoy buscando. 

El reconocimiento tiño su rostros. 

—¡Claro que sí! Los hijos de Carol. No veo a Iris desde hace ya 7 años, debe estar hecha toda una mujercita. 

—¿Sabe dónde están? 

—Viven en South Milford. Bueno, ahora solo vienen de vez en cuando, de vacaciones  sobre todo. 

¿South Milford? ¡South Milford! El pueblo en el que había estado horas antes y aquel estúpido niño le había dicho que ese pueblo no era. 

Se dio un golpe contra la barra y lloriqueo. 

—Muchacha, ¿Está bien? 

—No, no estoy bien. —entonces, sin conocerle de nada le contó todo. Mientras el hombre le servía una pinta, interesado por lo que aquella joven madrileña le decía. 

Después de haber pasado un buen rato contándole su vida a aquel simpático camarero, concluyó la conversación. 

—No me sirva más pintas, me he gastado todo el dinero en el taxi. 

—No importa, invita la casa. —sonrió el hombre. 

A Andrea se le empañaron los ojos. Demasiadas emociones en un día. 

Éramos pocos y parió la abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora