Capítulo 1: mi nombre es June.

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Para comenzar esta historia, primero deberéis saber que pasé la mayor parte de mi adolescencia entre la influencia de las drogas y la mala vida

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Para comenzar esta historia, primero deberéis saber que pasé la mayor parte de mi adolescencia entre la influencia de las drogas y la mala vida. Era un secreto a voces entre nuestra comunidad de vecinos, sin embargo, yo nunca le había importado lo suficiente a mi madre como para detenerme o explicarme que lo que estaba haciendo estaba mal, tampoco me hacía falta, aún así, en aquellas fiestas, cuyo objetivo no era otro que ponerse hasta la medula de aquellas sustancias, siempre tuve la necesidad de que alguien me sacara a patadas de allí.

No es difícil comprender que una niña es demasiado vulnerable ante un mundo de delincuencia cuando no tiene apoyo emocional o una figura que se encargue de protegerla de todos las hienas que intentan aprovecharse de su inmadurez. Tal vez, el gran agujero que la muerte de mi padre me dejó a los doce años fue lo suficientemente grande como para buscar afecto en los brazos de hombres mayores, deseosa por encontrar una figura paterna que me alejara de la maldad, no obstante, ese afán sólo me llevó a destruirme a una edad demasiado temprana.

No me querían y yo tampoco lo hacía.

Las drogas fueron mis padres durante un largo tiempo, tanto que, aunque mi aspecto siempre había sido impecable para orgullecer a los socios de mamá, me convertí en un bicho raro al entrar en el instituto. Pasaba la mayor parte del tiempo en las mesas de madera de la parte trasera de la institución, fumando o entablando secas conversaciones con Archie, un chaval de último año que me conseguía sustancias a cambio de unos cuantos besos y toqueteos que nunca pasaron a mayores por mi fama de calientabraguetas.

Odiaba que me trataran de aquella forma, como si fuera una prostituta y tuviera que satisfacer las necesidades de los chicos problemáticos que se acercaban a mí, sin embargo, jamás traté de evitarlo, porque sentirme sola era lo peor del mundo y necesitaba a alguien que se quedara a mi lado, aunque solo fuera una noche.

Pensarás que soy penosa, no te preocupes. No eres el único que lo piensa.

Al fin y al cabo, yo nunca había querido ser ayudada por nadie y la llegada de Kurt fue una amenaza a todo lo que había construido desde los trece años.

El profesor llegó el primer día de clase, tras las angustiosas vacaciones de invierno, y me observó de reojo conforme bajaba de su vehículo viejo y destartalado. Yo, como estaba acostumbrada por aquella época, me encontraba en la puerta trasera del recinto escolar, enfundada con la vieja y desgastada chaqueta de cuero de mi padre, y fumaba con la mente dispersa en lo mucho que me dolía el cuerpo. Estaba en otro mundo, por lo que, me sobresalté en el instante que el hombre, quien no parecía tener más de cuarenta años, me arrebató el cigarro de la boca y lo apagó con sus modernas zapatillas frente a mis ojos.

Abrí la boca para protestar, no obstante, siguió su camino no sin antes colocar un papelito rojo entre mis congeladas manos.

Detención.

Rodé los ojos con la molestia golpeando mis sienes y, aunque quise evitar ir después de clase al lugar donde me había citado, reconocer el rostro de Gulliver, el hombre con el que había estado esa noche, esperando en los aparcamientos, consiguió que mis esqueléticas piernas fueran directas al salón de actos.

Un lugar donde nadie pueda hacernos daño. [Saga: TEEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora