Cinco jóvenes con diferentes historias, sin embargo, con la misma palabra que los define: problemáticos.
¿Qué ocurrirá cuando la directora del instituto Esperanzas Eternas decida acabar con los incidentes que ocurren entre clases?
Se puede leer ind...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Toda mi vida he odiado los hospitales. La sala de espera, las batas blancas y... la agobiante sensación de pensar que la vida depende de un finísimo hilo del que apenas puedes aferrarte. Toda aquella revuelta de miedos me golpeó fuertemente en el pecho conforme la camilla de June desapareció por el larguísimo pasillo y la llevaron a quirófano.
Inconscientemente, yo siempre había pensado que June seguiría a mi lado hasta que llegara la hora de irnos de este mundo, dentro de muchísimos años, sin embargo, ahí me encontraba estático. Con el silencio de la incertidumbre, pensando que toda la culpa no había sido de nadie más, solo mía.
¿Por qué no pude haberme contenido?
Desde un principio, en el instante que mis deportivas blancas llegaron a la fila de las entradas, me sentí como en una película. June estaba preciosa, más que nunca. Adoraba cuando dejaba su cabello largo suelto, rebelde, rizándose en sus puntas, y como expresaba sus sentimientos a través de su vestimenta. Si la adolescente estaba triste, se arreglaba bajo tops de tonalidades oscuras y vaqueros negros; si la calma se apoderaba de ella, su estilo se tornaba agradable y dulce, faldas con estampados claros y camisas abiertas; y si estaba feliz, sus camisetas de grupos musicales me alegraban la vista.
Ese día, June se había puesto un mono vaquero, ancho, que disimulaba su delgadez porque, aunque se negara en aceptarlo, ella se sentía demasiado insegura con su físico. Lo acompañaba con un top de cuello alto del mismo color, negro, y sus brazos desnudos me enseñaron el viejo tatuaje que había descubierto en su hombro una de tantas noches.
Un pez tropical.
En honor a su padre.
Creo que me quedé demasiado embobado al verla saltar de emoción, gritando a pleno pulmón las letras de las canciones que solía escuchar bajo sus auriculares negros y, por un momento, sentí que June era completamente libre. Un pájaro que volaba alto, lejos de la jaula dónde se había quedado encerrado y, a pesar de no ser plenamente consciente de lo que le depararía el futuro, disfrutaba de la sensación del viento acariciando sus plumas, sus alas.
—¿Quieres saber la verdad, Gale?—Se giró hacia mí en el instante que los músicos se dieron un descanso.
Yo solo la miré.
Analicé cada uno de sus nerviosos gestos.
Primero, se apartó el cabello castaño de su rostro y, después, sonrió con tanta tristeza que deseé abrazarla.
—Te voy a echar mucho de menos.
Creo que en ese instante fue la primera vez que me habló con sinceridad. Al fin y al cabo, June nunca me permitió conocerla como yo quería. Sin filtros, sus verdaderos pensamientos. ¿Por qué tenía tantos secretos?
Me acarició el cabello.
Y yo la besé.
Pero después, Arthur la golpeó. Sus pecas enrojecieron, se hincharon y en el siguiente golpe ya no pude contenerme.