☦︎ CAPITULO I☦︎

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V E N E C I A
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Me encontraba sollozando y angustiada, todo había sucedió de manera rápida, ellos entraron al palacio mientras mi familia tenía un "Almuerzo de Negocios", como le hacía llamar mi padre.

"Los otomanos" aquel colosal imperio que yacía a miles de kilómetros de mi hogar y del cual todo el mundo sabe y temía, el imperio Turco-Otomano, había sido uno de los más fortalecidos, por lo que conocía, en su mayoría libros y pergaminos viejos de la biblioteca de mi padre, eran conquistadores natos; hace ya algunos años, mucho antes de que naciera, se hizo saber que su nuevo Sultán era un tal Suleiman, Suleiman el Magnífico, recibió dicho apelativo por sus grandes campañas y conquistas, como relataban los pergaminos. Conocíamos el poder de los otomanos y sabíamos que al conquistar tierras no sólo hacían ello, sino que robaban mujeres para llevarlas de esclavas a sus palacios y de ellas no se sabía más, sus familias no las volvían a ver nunca más.

- ¡Madre! ¡Madre no lo permitas! - grité cuanto mis fuerzas me lo permitieron, aquellos hombres irrumpieron en nuestro hogar y empezaron a llevarse a todas las mujeres jóvenes, incluyéndome.

-Ella es linda, estoy seguro de que quedarán impresionados, y nuestra paga por ella será grandiosa - escuche decir al hombre que me sostenía al otro que llevaba a una de las sirvientas que antes trabajaban para mi familia.

- ¡Suéltenme! ¡Déjenme! ¿Quieren dinero? - Pregunté - mi padre tiene en demasía, pídanselo, adelante él les pagará, pero déjenme ya - terminé por musitar desesperada.

- Para este entonces tu padre ya está muerto mujer, así que calla y sube aquí, no más berrinches.

Lo que él dijo me había asustado ¿Mi padre muerto? ¿Dónde se supone que iré a parar? Muchas preguntas se hacían mi cabeza y solo quería volver a casa, volver con mi madre y mi pequeño hermano.


M A R
A D E N T R O  


- ¡Despierta esclava! - Gritó a mi lado un hombre, maloliente y malhumorado, mire a mi alrededor y solo encontré a más muchachas como yo, todas con un semblante acongojado y melancólico ­- Necesitan alimentarse o ningún harem querrá comprarlas - note a mi lado a una muchacha de cabello negro como la noche, pero con rasgos muy hermosos, todas las mujeres empezaban a hablar entre ellas y solo pude mirarlas con confusión, tenían idiomas tan diferentes al mío que no lograba entenderlas.

Por lo que fui capaz de percibir me encontraba en un barco, antes ya había hecho viajes en ellos, pero ahora no me hacía gracia alguna, ligeramente camine hacia el pequeño ventanal que permitía el paso de luz, note solo mar, estábamos a la mitad de la nada, el dolor en mi pecho volvió a acumularse y recordé lo que me habían obligado a dejar atrás.

«𝕸𝖊𝖑𝖊𝖐»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora