☦︎CAPITULO III☦︎

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      "Santo Cielo, Santo Cielo, acompáñame Señor" se repetía dramáticamente mientras sostenía la bandeja del príncipe en dirección a sus aposentos, la idea de verle de nuevo no se le hacía agradable, quizás el siga molesto por el desplante del otro día o quizás ni la recuerde.

Llego ante los guardias y les informo que traía la comida del príncipe, al parecer la habían preparado exclusivamente para él pues tenía un resfriado y no salió de su habitación en todo el día.

— No quiero nada, retírense — respondió, molestando a la castaña, quien desde fuera escucho.

¿Cómo podía darse el lujo de desperdiciar comida? Ella creció rodeada de lujos y privilegios pero aprendió que nada podía ni debía ser tirado o malgastado.

— Lo ha escuchado usted señorita, váyase.

"No te moverás de allí hasta que el príncipe no haya comido" recordó la orden del Aga y prefirió ahorrarse incidentes.

— Tengo órdenes estrictas para que el príncipe se alimente, déjenme pasar, ahora — ordenó demandante, los guardias no tuvieron más opción que dejarla pasar ateniéndose a la posible ira de su alteza.

— Dije que no quiero nada, largo — dijo el pelirrojo muy enojado pero dándole la espalda a la puerta.

Esa habitación era un completo desastre, la cama estaba desordenada, y la mesa con jarras de vino roseadas, ropas por el suelo y un espejo roto en el fondo del lugar. ¿Tiene un resfriado o el mismísimo diablo lo ha poseído?

Carina dejo la bandeja en una mesa que se encontraba limpia y empezó a recoger todo el desastre del príncipe, él tenía problemas, serios problemas y todo indicaba ser que el alcohol era su cómplice, la jovencita tendió la cama y recogió la ropas mientras comenzaba a guardarlas donde correspondían; se acercó hasta él, en la mesa de comer y por primera vez Selim se volteó a verla.

— Eres tú — reconoció algo ¿Feliz?

— Levántate , necesito recoger todo, para ser de la realeza de pulcro pareces no tener nada.

Selim no dejo de mirarla muy embelesado, el alcohol lo había consumido una vez más, una noche más, refugiándose en él y confiándole sus pesares, pero aún no encontraba el consuelo que necesitaba; él se levantó hasta su cama y observo detenidamente todo lo que la castaña hacía, hasta que había terminado de asear la habitación, ahora se disponía a poner la bandeja de comida sobre la mesa.

— Tu comida está servida, come, no aceptaré un no como respuesta — ordeno confiada, en su palacio estaba acostumbrada a dar órdenes pero parecía no inmutar al pelirrojo.

«𝕸𝖊𝖑𝖊𝖐»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora