En su mirada sin brillo se notaba el cansancio de la vida. Sin embargo, no había en ellos un solo atisbo de arrepentimiento. Desde el interior de su casucha de cartones y plástico bajo el puente de la autopista regional, les miró: un tumulto humano, hacinado, corriendo para conseguir el autobús que sólo se detenía 40 segundos a recoger pasajeros en la estación. Sonrió maliciosamente, mientras de sus labios salía un carrasposo susurro: "... Y según ellos, los locos somos nosotros..."
