II

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Alucard miró el reloj que se hallaba en la esquina de la habitación, y se levantó de su cama de un salto.

Se acercó a la mesita para tomar un vaso con agua, y se sorprendió al ver que la jarra estaba vacía.

Sonrió. Era perfecto.

Salió de la habitación, con la jarra en la mano y una actitud despreocupada.

—Solo voy a ver agua, no necesitan seguirme. —les dijo a los guardias que se encontraban en su puerta.

Alucard bajó las escaleras, en dirección a la cocina, pero se detuvo de golpe al escuchar algo parecido a un sollozo provenir de una de las habitaciones que se encontraban en su camino.

Dejó la jarra a un lado, y abrió la puerta sin pedir permiso.

Sabía que estaba mal, y estaba seguro de que a su padre no le agradaría su comportamiento, pero no pudo evitarlo.

El joven de cabellos rubios que se encontraba en la habitación se sobresaltó en su sitio al escuchar la puerta abrirse. Levantó el rostro en su dirección, con el rostro pálido y en pánico.

La habitación no era más que una sala de lectura, pero no explicaba por qué Vlad se encontraba ahí tan tarde en la noche.

Vlad.

Alucard lo examinó con cuidado. Las mejillas sonrosadas del joven se encontraban empapadas de lágrimas, pero eso no era todo.

Alucard cerró la puerta de un golpe, y se acercó deprisa a Vlad.

Se postró frente al joven Bellmont, mirando con rapidez la cantidad de vendas que lograba divisar.

—¿Qué ocurrió? —preguntó, tomando su mano vendada. Era un vendaje nuevo. Podía reconocerlo.

—Su Alteza, no es...

—No me mientas, Vlad. —lo cortó, molesto—. ¿Qué es todo esto? —preguntó, señalando los vendajes y parches que no habían sido cubiertos por su camisón.

—Realmente no es nada, fue un accidente. —musitó, encogiéndose en su sitio.

Alucard apretó la mandíbula, sin creer aquella respuesta, y levantó la manga del camisón del joven.

No pudo evitar horrorizarse.

—Vlad... —dijo, con voz ahogada—. Esto no fue un accidente. —afirmó, al darse cuenta que todo el brazo del joven se hallaba vendado—. ¿Qué fue lo que realmente ocurrió?

Vlad no contestó. Se abrazó a sus piernas, y trató de esconder su rostro, pero Alucard lo detuvo, sosteniéndolo entre sus manos, pero con tanto miedo de hacerle daño, que casi lo deja escapar.

Alucard posó su mano sobre el parche que cubría la mejilla de Vlad, y miró los ojos grises del joven. El temor se asomaba en su corazón, que latía con tanta fuerza, que parecía que se saldría de su pecho.

Al ver que Vlad no se resistiría, Alucard le quitó el parche con cuidado, horrorizándose aún más al ver lo que ocultaba.

—Por todos los dioses. —se llevó una mano a la boca, sin poder creer lo que presenciaba.

La piel del rostro de Vlad se encontraba en medio proceso de recuperación de lo que parecía una quemadura. Una quemadura tres veces peor a lo que había ocurrido aquella tarde.

—Si no vuelve a poner el parche, no sanará correctamente. —le informó Vlad, con voz suave. Parecía haberse resignado ante Alucard, y ahora solo lo miraba sin mucha expresión.

Historia de un Amor Perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora