III

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Vlad no podía ver bien, pero puso todo su esfuerzo en levantarse del pasto, y salir disparado hacia Alucard, quien había sido lanzado a varios metros lejos de él.

Su cabeza zumbaba con fuerza y le dolía todo el cuerpo, pero no se detuvo hasta que logró encontrar al príncipe entre la maleza.

Vlad se congeló al ver la escena, y luego se llevó ambas manos a la cabeza, lanzando un gemido de dolor al sentir la horrorosa punzada aguda que atravesó su cerebro.

Fue algo tan repentino y doloroso, que Vlad no pudo mantenerse en pie por mucho tiempo, perdiendo la fuerza en sus piernas.

Su visión se oscureció por un momento, pero así como llegó, el dolor se fue casi de inmediato.

Aquel episodio lo dejó temblando de pies a cabeza, y tan débil, que le costó gatear hasta Alucard, quien estaba completamente cubierto de sangre por todos lados. No podía ver cuáles eran sus heridas, exactamente, pero sí podía ver la horrible herida que el príncipe tenía en la cabeza.

—Alucard... —tembló, extendiendo su mano hacia el príncipe, y deteniéndose.

Finalmente, reunió valor, y se acercó más al príncipe malherido, y colocó su cabeza sobre su regazo.

Trató de recordar lo que le había enseñado Ela, pero estaba tan nervioso, que no podía parar de temblar. Practicó un hechizo de calma sobre él. Serviría por el momento. Alucard lo necesitaba.

Primero se aseguró de que Alucard estuviera vivo. Realizó el hechizo que Ela le había enseñado, y pudo respirar mejor cuando se aseguró de que sí, estaba vivo, sin embargo, la esencia de vida parecía estarse apagando, y eso lo preocupaba.

¿Qué haría? Estaba muy lejos de la mansión, y las heridas de Alucard parecían demasiado serias.

Las lágrimas se acumularon en sus ojos.

—Todo esto es mi culpa. —abrazó a Alucard, quien no se enteraba de nada—. Lo siento tanto.

¿Qué podía hacer? Debía hacer algo para ayudarlo. 

Se limpió las lágrimas, obligándose a calmarse, recordando algo que Ela le había enseñado.

Era muy peligroso lo que haría, pero no tenía otra opción. No podía saber qué tan lejos estaba de casa, así que no arriesgaría la vida de Alucard de esa forma.

Buscó entre los bolsillos de Alucard la navaja que sabía que guardaba con él, y cuando la encontró, no lo pensó mucho y se hizo un corte profundo en la mano.

Siseó, al sentir el ardor, pero lo ignoró, y le hizo un corte similar a Alucard en una de sus manos, para luego guardar la navaja en su bolsillo.

Tomando una respiración profunda, sujetó la mano del príncipe en la que había realizado el corte con su mano herida por igual, entrelazando sus dedos. Colocó ambas manos sobre el pecho del joven príncipe, sobre donde debería estar su corazón.

Cerró los ojos, recordando previamente cómo iba el hechizo, y luego, soltando poco a poco el aire, comenzó a ejecutarlo.

El pecho del príncipe Alucard de Clenmett brilló en el momento en que Vlad Bellmont sintió un dolor abrasador atravesar su cuerpo. El dolor lo dejó sin aliento, pero no se detuvo, y terminó de recitar el hechizo.

Vlad se quedó en silencio por un momento, antes de lentamente abrir los ojos, y separar su mano de la del príncipe.

Era la primera vez que hacía un hechizo como este, pero mirando la pequeña marca en el pecho de Alucard, supo que había salido bien. Era simple, pero muy peligroso.

Historia de un Amor Perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora