VI

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Alucard de Clenmett tenía 21 años cuando se dio cuenta.

Y todo había comenzado en el momento en que Damaris Lade entró en su campo de visión por primera vez.

La joven General del Ejército de Rariot era hermosa. Su apariencia en sí misma era naturalmente bella, lo que sorprendió un poco a Alucard, pues, por alguna razón, aquellos cabellos dorados y ojos grises se le hicieron inquietantemente familiares, aunque jamás había entrado realmente en contacto con Damaris.

Alucard jamás había visto a Damaris. Era amigo de Seyn, y se llevaba bastante bien con él, pero nunca conoció a la famosa hija adoptiva del Rey Dreklai, y tampoco le interesaba mucho conocerla. Era extraño, si lo pensaba, ya que pudo haberse cruzado con ella tras tantos años, pero jamás lo hizo. Tal vez era que siempre se juntaba con la misma gente, o tal vez era que Damaris siempre pasaba a un lado del Rey, y Seyn lo que más deseaba era estar lejos de su padre.

Así que sí, Alucard estaba 100% seguro de que jamás había visto a Damaris Lade en su vida, y, sin embargo, en aquel momento en que la tuvo frente a ella, fue como si cerebro hiciera una extraña conexión.

Se parecen.

Alucard sabía que Damaris no era la persona que buscaba. Era bastante obvio ya que nada llamaba su atención más allá de su apariencia.

Sería ridículo que después de haber pasado tantos años buscando a aquel desconocido del que estaba enamorado, terminara por sentir nada al verlo.

Se rehusaba a creerlo.

Y, sin embargo, era bastante curioso que las características físicas de Damaris Lade se le hicieran tan familiares.

Según tenía entendido, Damaris era rariense, y siempre había vivido en Rariot, siendo adoptada por el Rey Dreklai a una corta edad, así que nada pintaba Dria en la vida de la joven General.

Aquella primera vez que habló con ella fue particularmente esclarecedora para Alucard. Estuvo muchas horas pensando en la General Lade y en cómo sacar el tema. Si ella sabía algo de esa persona, Alucard estaría muy cerca de encontrarla.

Alucard se dijo a sí mismo que tuviera paciencia y que debía cerciorarse de lo que estaba pensando.

Después de aquella infructuosa y penosa conversación con la joven, Alucard se dio cuenta que, al menos, ahora estaba completamente seguro de la apariencia de aquella persona, lo que le hacía la vida más fácil.

Alucard lo sintió como una victoria personal. No podía esperar a contárselo a Adrian en privado, pero sus planes se vieron obstruidos aquella noche por la desaparición de Bastian.

—Van a encontrarlo pronto. —le dijo Alucard a Adrian, mientras se despedían. El menor de los príncipes tenía los ojos rojos, y Alucard no estaba seguro de si era por las lágrimas o por algo más.

—No me perdonaré si algo le pasó. —respondió Adrian, abrazándose a sí mismo, y con voz ronca.

—No le pasó nada. —aseguró Alucard, con ambas manos en los hombros de su amigo—. Vamos a prestar ayuda en la búsqueda, y verás que lo encontraremos sano y salvo.

Adrian iba a responder, pero alguien habló antes que él:

—Su Alteza, estamos listos para partir. —le informó Nom, el capitán de su Guardia.

—Iré en un momento. —respondió Alucard, volteando a verlo. Esperó a que Nom se alejara para volver a mirar a Adrian, y suspirar—. Adrian, no te culpes demasiado. Eres fuerte, y sé que podrás con todo esto. Si necesitas a alguien, siempre puedes comunicarte conmigo. —sonrió, esperando ser de consuelo—. No están solos. No trates de cargar con todo tu solo, ¿de acuerdo? Me tengo que ir, pero estaré al tanto de la situación.

Historia de un Amor Perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora