EPÍLOGO

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—¿Alucard? —sonrió, ante la mirada sorprendida de Adrian—. Creí que no vendrías. Vlad me dijo...

—Sí, le mentí. —se encogió de hombros, con las manos en los bolsillos—. Quiero darle una sorpresa.

Adrian asintió, bastante satisfecho con su aparición en el lugar.

Seyn les anunció que el par de hermanos pronto estarían llegando, así que sacó ambos regalos de los bolsillos de su saco, un poco nervioso.

Cuando los Lade entraron a la casa, su mirada y la de Vlad se encontraron de inmediato. Sintió algo en su pecho revolotear ante el brillante rostro del joven.

Alucard le entregó su regalo a Damaris, sin mayor ceremonia, pero Vlad era otra cosa.

Se sentía tan nervioso al preguntarle si podían salir un momento a pasear, que pensó que todos notarían lo que haría. Afortunadamente, lograron salir de la casa sin mayor atención de parte de los presentes.

—Pensé que no vendrías. —dijo Vlad, deslizando su brazo sobre el suyo.

—Jamás me perdería uno de tus cumpleaños. —Alucard revolvió su cabello, haciendo reír al chico.

—Espero que tus padres hayan estado de acuerdo. El Rey Jan me había mencionado que desapareciste antes de una reunión importante solo para acompañarme a lo de mi padre. —aquello último lo dijo con voz apagada.

Alucard se detuvo, para tomar su mentón, levantando la mirada de Vlad hacia él.

—Sabes que siempre voy a estar para ti, Vlad. Estaré contigo en las buenas y en las malas. No me arrepiento de haber estado contigo en ese momento, además, Grace es grande, debía comenzar a asistir a asuntos como ese.

Vlad asintió, aunque no muy convencido.

Alucard había dicho todo aquello en serio. Había pasado medio año desde que Colt Bellmont había muerto. Alucard no lo diría en voz alta, pues para Vlad, ese hombre había sido su padre, después de todo, pero él genuinamente creía que el hombre se había ido al infierno, donde el dios de la muerte podía escupirle por todo el daño que causó. 

Colt Bellmont jamás se había comportado como un padre, pero Vlad no guardaba rencor en su corazón y le tenía un cierto grado de afecto, así que lo había acompañado al funeral, donde claramente no eran recibidos por la segunda esposa, ahora viuda, de Colt Bellmont, y su hijo, pero a Alucard no le importaba esa gente. Le importaba Vlad.

Se había quedado con Vlad los días posteriores al funeral, acompañándolo en la apertura de testamento de Colt, pues, legalmente, seguía siendo su hijo.

Alucard se preguntaba qué clase de juegos jugaba Colt Bellmont. El tipo fue un bastardo por años, pero de todas formas había puesto a Vlad como su único heredero. Vlad quiso rechazarlo, pero no se lo permitieron. Alucard no lo diría en voz alta, pero sintió bastante satisfacción al ver el rostro lleno de coraje de la viuda y su hijo. No era nada personal, simplemente no le gustaban las personas que trataban mal a Vlad sin razón alguna.

—Realmente son parecidos a sus padres. —mencionó, dejando sus pensamientos de lado, fijándose en la estatua de los señores Lade.

—Mis padres eran unas personas maravillosas. —mencionó él, sonriente—. Ven, hay un lugar más privado por aquí.

Se adentraron al bosque, y pronto llegaron al lugar que Vlad le había mencionado antes.

Realmente uno podía sentirse en paz aquí.

—Bueno, dime. —Vlad se acomodó en el banco, y sonrió, paciente.

Alucard carraspeó, nervioso, mientras sacaba la cajita de su bolsillo.

—No sirvo para las palabras, así que... eh, espero que... espero que lo aceptes. —le dio la pequeña caja, que Vlad tomó con curiosidad.

Vlad no pudo evitar soltar un "oh..." al ver el interior. Alucard esperó un par de segundos, antes de que el joven se levantara de un golpe.

—¡Alucard...!

—¿Te gusta? —preguntó, esperanzado.

Vlad no podía emitir palabras. Cerró la cajita, y lo abrazó con fuerza.

—¡Sí! ¡Claro que me gusta! —se separó de él, y volvió a abrir la cajita—. Pero... Alucard, esto...

—Sí. —Alucard sonrió, con suavidad—. ¿Lo aceptas?

Vlad le contestó besándolo en los labios. Alucard lo tomó en sus brazos, devolviéndole el beso.

—Son hermosos. —dijo Vlad, al separarse, sacando uno de los anillos de la caja, y colocándoselo a Alucard en su dedo anular.

Alucard no respondió, concentrado en colocarle el anillo que quedaba en la caja a Vlad.

Los anillos del alma eran una de las piezas más importantes en la cultura de Clenmett. Eran incluso más importantes que los anillos de la alianza.

Sus padres le habían contado la leyenda cuando era solo un niño, y vio los anillos acompañando a sus anillos de matrimonio.

La leyenda era bastante breve, relatando la historia de un par de amantes, cuyo amor era tan fuerte, que atravesaba cualquier adversidad. Una de las partes había decidido forjar un par de anillos con fragmentos de su alma, predispuesto a compartir todo de su ser con su pareja, quien se enteró de las acciones de la persona que amaba con todo su corazón, y decidieron forjar los anillos juntos, compartiendo sus almas, que se convirtieron en una sola.

Por supuesto, de la leyenda a la realidad había grandes diferencias, pero eso no quitaba que las parejas que consideraban estar con su otra mitad, compartieran unos anillos forjados de una manera especial, a los que habían bautizado como "Anillos del Alma", en honor a aquella leyenda.

Tomó a Vlad en sus brazos nuevamente, y besó sus labios. Habían pasado años desde que decidieron darse una oportunidad, y Alucard no dudaba ni un segundo en cuánto amaba al hombre que se encontraba en sus brazos.

—Debemos volver a casa. —dijo Vlad, riéndose, algo sonrojado por los innumerables besos de Alucard.

El príncipe de Clenmett lo besó una vez más, antes de asentir, y tomar su mano.

—Volvamos, entonces. —sonrió, y juntos emprendieron su camino de regreso al hogar del amor de su vida.


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Y fin.

Espero que hayan disfrutado de la historia de mis chiquis. No fue muy larga, pero les tengo mucho cariño a ellos dos.

En algún momento de este año estaré subiendo un libro con extras de los personajes en los libros anteriores, y en algún momento del año comenzaré a escribir el tercer libro de la serie de la Unión de la Tierra. Espero publicarlo este mismo año, pero no hay prisa.

Muchas gracias por acompañar a Alucard y a Vlad en su travesía, y recuerden que su autora, a pesar de ser aspirante a abogada, es una romántica empedernida que piensa que el amor todo lo puede.

Cuídense muchísimo.

Atentamente, 

Karin Verduga Ponce.


Historia de un Amor Perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora