Parte 6: Juez

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Tras devolver el cadáver a su hogar, el cuerpo de la sirena se convirtió en espuma dorada sólo tocar el agua. Las sirenas entristecidas mascullaban en silencio rodeando la substancia esponjosa esperando a que se sumergiera lo suficiente para almacenarla en una urna de cerámica.

La pequeña Atlas miraba petrificada al minotauro que cayendo de rodillas en la cubierta del barco parecía lamentar la muerte de la sirena dejando caer un par de lagrimas sobre la espuma blanca. ¿Ese era Asterión? ¿Realmente lo habían salvado de su bestialidad? Comenzó a preguntarse Atlas tras ver aquello, pero entonces, ¿Por qué el llanto ante una bestia dispuesta a matar sin piedad o justificación?

Tras llorar silenciosamente un par de minutos Asterión se puso de pie y tomando el timón volvió a poner el bote en curso. Las sirenas que aun rondaban el bote mascullando y maldiciendo a la bestia sobre él, no se atrevieron a acercarse de nuevo.

Pronto las corrientes del oriente regresaron a ellos dándole el curso a Asterión que se puso de nuevo en ruta, el dolor parecía estar invadiendo a Asterión que durante todo el viaje de regreso al camino correcto no dejo de llorar. Y es que la muerte consiente era dolorosa, pero lo era aún más en este caso, Asterión no podía comprender su papel en todo aquello ¿esto era su nueva misión? ¿libertador de quienes lo encarcelaron? ¿asesino de su propia gente por el miedo del hombre?

Tras vislumbrar las aguas tranquilas, la paz reino de nuevo en Atlas que parecía sentirse segura bajo el sol somnoliento entre las nubes y los aromas familiares a ciudades destruidas. Poco a poco tambien Atlante comenzó reaccionar, mientras se incorporaba, el chico no dejaba de agitar la cabeza, intentando sacar de su cabeza las horrendas voces que lejos de esas aguas eran sólo gritos monstruosos y dolorosos lamentos.

—Ya está reaccionando—musitó Atlas aún dudosa de que es lo que haría Atlante tras saber la forma en que Asterión lo habia salvado.

—No se si es tan buen idea que lo sueltes aun, lo mejor será que nos alejemos lo suficiente de las aguas de las sirenas antes de soltarlo—dijo Asterión con seriedad revalorando mentalmente sus nuevos miedos tras el acontecimiento de la muerte de la sirena.

—¿Temes a él? —preguntó Atlas al escuchar eso.

—Temo a lo que pueda pensar de todo esto—respondió Asterión.

Tras encontrarse en el paso comercial del Mediterraneo Atlas soltó a su hermano, un miedo nato en Asterión volvió a dispararse pensando en aquel pasado en los mercados donde la gente huía de él. En su cabeza el era el rey a quien todos temían debido a su magnificencia, ahora comprendía la razón del miedo hacia él, del miedo hacia el monstruo sin humanidad.

—Debo agradecerte, carnerito, nunca pensé ser tan débil ante un pescado—exclamó Atlante sacudiéndose las cuerdas una vez que Atlas lo desato.

—Desde que era niño pensaba en mi como un ser magnifico, un hijo de dioses como tantos héroes, hoy comprendo que no soy más que un monstruo de los muchos que los dioses dieron al mundo para castigarlos—dijo Asterión con seriedad.

—¿De que estas hablando? —preguntó Atlante al ver el rostro preocupado de su hermana.

—No soy rey de nadie, soy un juez, inmune al caos por que es mi misión castigar los crímenes de los dioses, este es uno—dijo Asterión sin soltar el timón.

Una lagrima rodo por su mejilla peluda mientras Atlas corría a esconderse detrás de su hermano en un llanto desesperado. Atlante se llevó la mano a la cintura palmeando su espada, estaba listo para todo, incluso para matar al monstruo de ser necesario.

—Asterión ¿Qué fue lo que hiciste? —preguntó Atlante nervioso sin recibir respuesta.

—La mató a ella—musitó Atlas jalando el manto de su hermano y mirándolo con lagrimas en los ojos. 

Asterión en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora