Parte 3: Más allá del horizonte.

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Las ruinas de Creta yacían por todos lados del sendero, El Palacio de Asterión se encontraba a las afueras del mercado de la ciudad. A partir de este punto el puerto se encontraba apenas a un par de paso, Creta era hermosa pero bastante pequeña en comparación con otras antiguas ciudades.

Asterión caminaba tras los chicos en completo silencio mientras atravesaba el mercado que alguna vez visitó sigiloso entre las sombras y que ahora bajo la luz del sol legañoso cobraba un matiz distinto con su paisaje carmesí.

De aquellos recuerdos nostálgicos y bestiales no quedaba ya ni escombro, los callejones y puestos habían desaparecido. En su lugar cuerpos desmembrados y trizas de carne aplastadas y medio devoradas debajo de algunas pocas rocas era todo lo que quedaba.

—¿Cómo piensan salir de la isla? — preguntó Asterión respirando a horcajadas mientras con su mano se tapa el hocico y la boca tratando de evitar así el contacto con el aire a muerte que exhalaba el sitio.

—Del mismo modo que llegamos, por mar— respondió Atlante apurando el paso hacia el puerto, Asterión no tubo más remedio que seguirles.

Al llegar al puerto, los fuertes aromas se intensificaron combinando el olor a muerte de la tierra con el del mar metiéndose hasta las fosas de Asterión que casi se desmayaba ante tal fetidez.

—Toma—ofreció Atlas al monstruo un manto de precioso color azul turquesa deteniéndose juntó al ser.

Asterión quedó anonadado ante tal gesto y tomándolo delicadamente sonrió con gesto tierno ante los movimientos de la niña que le indicaba que se tapara la cabeza y el rostro con él, para poder evitar el fuerte aroma a muerte que habia envenenado el mundo.

—Si ya estas listo, ¿podemos continuar? —preguntó Atlante al minotauro quien asintió con la cabeza y encamino hacía los puertos.

Una vez llegar Asterión pudo divisar la pequeña barcaza encallada en el puerto, un velero de viaje, que se conocía como walap entre los pueblos de las islas del sur. Y aunque Asterión no era navegante durante su infancia de las pocas lecciones que pudo recibir fue a conocer algunos de los tipos de naves que llegaban a puerto.

Este tipo de canoas eran principalmente caracterizadas por tener un casco principal único, el flotador/lastre se montaba en estabilizadores y el perfil del casco era asimétrico. Los walaps tenían una plataforma a sotavento pues como todos los barcos del sur, ambos extremos del barco son idénticos y la distinción entre proa y popa dependía únicamente del rumbo del barco.

Atlas subió de un salto al centro del barco, mientras Atlante soltaba las amarras, Asterión sentía nauseas aun aspirando el olor a muerte, estaba ahí, a apenas un salto de dejar su hogar que jamás fue su hogar y aún sentía cómo tal.

Sabía que no debía girar, pero debía de hacerlo, le debía eso a su gente, un adiós corto, pero sustancio, un hasta pronto, aunque fuera un hasta nunca. Se dio la vuelta tratando de no pensar, miro hacia el mercado destruido, verdad o mentira aquel no dejaba de ser su pueblo, su gente, un reino que sucumbió ante los dioses.

Asterión recordó sus meditaciones de bestia, una soledad profunda que ahora su pueblo tenía tambien, un laberinto que ahora si se extendía hasta el exterior y podía ver con claridad. Un pensamiento fugaz atravesó su cabeza como el deseo de un niño pequeño, una idea infantil que se agudizo en forma de esperanzan entre sus ideas, si los dioses destruyeron su reino quizá era su misión reconstruirlo, era posible que esa fuera su misión todo ese tiempo y un motivo para decir hasta luego.

—¿Vienes? — preguntó Atlante quien ya se habia alejado un poco de la orilla y con ayuda del remo seguía empujándose lejos del puerto.

Asterión echo un último vistazo a su tierra dejando salir un leve suspiro, un hasta pronto, eso era un hasta pronto, quería convencerse con cada fibra de su ser y adentrándose en el mar, subió al barco, mientras cada brazada del remo lo alejaba cada vez más de Creta. 

Asterión en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora