Epílogo

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Este fue el favor que Asterión solicito a Madre Araña, durante cien años serviría al pueblo de las Tierras de Oriente en pago por los crimines que en su inconciencia y la de los magos habían cometido. Al cabo de este tiempo tomaría su puesto como legitimo rey que la misma Atlas había grabado en el precioso cuerno dorado entregado antes de morir con los grabados del viento.

Recorrió las nuevas tierras, luchando contra los monstruos sin conciencia que aterrorizaban a los pueblos de magos arrepentidos y algunos humanos que se lograron salvar en el camino. Llego de lado a lado de las costas ganando territorios en humildad y servilismo para quien aún viese cómo la esencia de la humanidad, los sobrevivientes de un caos que seguía afuera de las barreras mágicas.

Asterión se volvió amigo, guía y compañero, con el pasar de tiempo la misión se volvió un habitó y aun cuando rey seguía queriendo buscar el mundo del que se había perdido. Ya no fue su tiempo poder ver su obra, pero si de sus hijos, los minotauros de hielo, seres tan benevolentes como su padre que continuaron su linaje protegiendo los últimos vestigios de humanidad.

Y al cabo del tiempo, Atlas y Atlante vinieron por él, cómo se recoge a los héroes, como se recoge a los reyes, en barcos en llamas, con valquirias de caballos alados. Esperando por los que, a pesar de la guerra, la sangre y el caos entregan su ser en buscar los últimos restos que quedan escondidos en la humanidad entre el laberinto de miedos y oscuridad que es la existencia y que brilla con fulgor cuando encuentra un héroe aún en el fin del mundo. 

Asterión en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora