Parte 21: En el fin del mundo.

16 2 0
                                    

Al cabo de un par de días, la esperanza se vislumbro a lo lejos, lo que alguna vez fuese Hawaii ahora se divisiva frente a ellos ahora como un pedazo de roca volcánica marcando el camino hacía las Tierras del Oeste.

—¡Asterión! ¡Asterión! ¡Mira! Estamos cada vez más cerca del Oeste—gritaba Atlas que desde el mástil veía el sol chocar con la roca negra.

—¡Ya lo vi! — respondió Asterión desde cubierta.

El barco navegaba firmemente entre las olas juguetonas y lentamente se acercaba a las islas, cuando, a lo lejos sobre una de las rocas volcánicas. Ambos pudieron notar que una persona les saludaba agitando su mano con una sonrisa aterradora de afilados colmillos blancos.

—¿Qué hace ahí esa mujer? —se preguntó Asterión al reconocer la silueta.

—Es Eris—gruño Atlas al reconocer a la mujer de largos cabellos negro y mirar amarillo y sin vida. Sin consultarlo, Atlas tomó el timón tratando de darse media vuelta mientras lagrimas en los ojos caían por su rostro cargadas de rabia.

Eris que había visto la escena desde su posición, hizo un mohín de disgusto y saltando al agua resurgió del mar en su forma de diosa. Debía medir unos quince metros y su vaporoso vestido estaba fabricado con lo que parecía ser el universo, su largo cabello negro era sujetado con una horquilla del astro lunar.

—¡La bruja del aire! ¿A dónde van mis queridas leyendas? —preguntó Eris tumbándose sobre el mar y poniendo una mano delante del bote.

—Quita tu maldita mano de mi camino, perra—farfullo entre dientes Atlas de igual modo en su forma original.

—¿Qué sucede Eunomia? ¿Y Pax? Oh pequeños dioses de las horas y el orden ¡Cómo les encantan los disfraces! Y saber que eran los que nadie pensaba que escaparían de mi glorioso caos—decía Eris sonriendo maliciosamente a Asterión.

—¡No te atrevas a pronunciar su nombre maldita bruja! —gritó Atlas y soltando el timón extendió un largo látigo formado del aire en el ambiente con el que abrió la carne pálida de Eris que herida, retiro su mano del bote.

—Sólo dioses pueden pelear contra dioses—murmuró Asterión al ver la fiereza divina de Atlas resplandecer en su rostro.

De repente las respuestas se hicieron claras, el mismo Susanoo se lo enseño antes de morir. Solo los dioses podían sanar lo que sus odios y guerras entre ellos había contaminado, la tierra creada perecía por ellos mismos y Atlante en su arrepentimiento quería salvarla a toda costa, redimir el daño causado por los suyos.

—Olvide que tú todavía guardas resentimientos—dijo Eris que sonriendo con rabia contenida cerro su puño disponiéndose a aplastar la pequeña embarcación. Atlas empujó a Asterión fueron del barco antes de ser aplastados y ambos cayeron al agua.

—¡Atlas! —gritó Asterión una vez que salió a la superficie donde Eris reía a carcajadas de su acción. La joven de cabellos semi blancos no aparecía por ninguna parte, Asterión se desesperaba con cada minuto que pasaba en el mar sin ver a Atlas asomarse.

Entonces de las profundidades, la tierra volvió a temblar, un viento abrupto comenzó a agitar las nubes formando nubarrones que conectaban el mar y el cielo entre truenos y rayos. Remolinos de mar empujaban a Eris que desvanecía su sonrisa de poco en poco mientras Asterión era golpeado por la fuerza de las enormes olas que se levantaban formando un precioso vestido azul océano.

Era Atlas, diosa de la Diciplina y las fuerzas naturales que tras la muerte de su hermano había adquirido sus dones y con ello la tarea de enfrentarse a Eris, la diosa del Caos. Asterión entre el agua que entraba a sus pulmones podía ver a la joven de cabellos blancos lanzarse al cuello de Eris en un ataque de furia incontrolable, los rayos caían en el mar tratando de dar a la mujer.

Asterión en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora