Parte 17: La Caravana

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—Es el ultimo clan de Magos de China Oriental—dijo una voz detrás de ellos.

Asterión giró abruptamente para casi chocar con una anciana de pies diminutos y ojos meditativos que miraba sin asombro al grupo de minotauro y dos chicos sobre este. Atlante se sentía intranquilo al sentir su presencia mágica inundarle, en efecto, era una maga de la curación, lo podía percibir y era una de las más poderosas que podía haber sentido.

—¿Qué hace un cazador montado en un minotauro? —preguntó la bruja desdeñosa.

—Ya no soy cazador—musitó Atlante avergonzado mientras bajaba de la espalda de Asterión.

—No es de sorprender muchacho, ya no hay nada que cazar en este mundo—dijo la anciana con una risa histérica.

—Vamos al mismo sitio sin duda alguna y creo que es mejor que vengan con nosotros, en el Japón hay seres que ni con un minotauro podrán enfrentar—dijo la anciana regresando de nuevo a la caravana que de ser miles de personas se convirtió en apenas una docena de gentes entre ellos un par de niños.

Los magos al verlo bajar sintieron un verdadero terror e iban a echarse a correr despavoridos cuando la anciana los tranquilizo indicando que era un amigo de los chicos.

—¿Cómo es que todavía hay magos? Yo pensé que...—preguntó Asterión cuando la mujer le acalló con la mano.

—Aún los seres más fuertes pueden caer en la miseria, míranos Minotauro, ya no existen ingredientes con que conjurar, los libros de hechizos han caído en el camino sin que tengamos fuerzas para recuperarlos, el poder que algunos han obtenido de manera tan grotesca los ha consumido lentamente, la Contaminación—dijo la anciana.

—Nuestra sangre se contamino con el caos y lo que regurgitaron de las entrañas y volvieron a devorar después se volvió descomposición y muerte que los mato, contaminados—dijo la anciana al recordar los viejos días mientras se sentaba agotada en una de las piedras grandes del camino, rápidamente Asterión corrió a subirla sobre el palanquín que aun llevaba en la espalda.

—Oh, gracias...—iba a decir la anciana cuando notó que no era apropiado llamarle por su nombre de bestia.

—Asterión, me llamó Asterión—respondió el toro con amabilidad a la anciana.

La anciana sonrió con cierta malicia en su rostro, era difícil olvidar el recuerdo de los viejos tiempos y aún más las memorias de las bestias que perecieron a manos de magos cómo aquella anciana que ahora sólo podía aceptar a Asterión cómo parte de la caravana.

Asterión en el fin del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora