𝟢.𝟢 𝗉𝗋𝗈𝗅𝗈𝗀𝗎𝖾

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Un silencio glacial reinó en la sala. La mayoría de los dioses se encontraba allí, el poder que emanaba de cada una de esas deidades bendecidas con vida eterna era imposible de medir, pero aún así ninguno de ellos se atrevía a alzar la voz delante del todopoderoso Zeus.

"Serás desterrada al reino mortal. Ningún dios podrá hablarte; no habrán llamadas, visitas ni cartas, y si alguien desobedece mis palabras, el castigo será ajustado a uno mucho peor."

Fue el veredicto final de Zeus, éste dejó a todo el Olimpo sin palabras. Perséfone corrió a los brazos de Hades, esta vez su objetivo no era buscar refugio sino despedirse de él.

"El castigo se levantará cuando Mente vuelva a la normalidad."

La diosa llegó a decirle un último adiós al hombre que amaba, casi como si Zeus les hubiera dado unos segundos más, para volver aún más tortuosa aquella despedida antes de que Perséfone apareciera en medio de un verde campo y Hades simplemente se hubiera quedado con aquellas rosas de dulce aroma como los vestigios de la diosa de la primavera.

Las horas se convirtieron en días y, sucesivamente, en semanas; mientras que Perséfone viajaba de un lado a otro con aquella planta de menta junto a ella, la cuál parecía no volver a la normalidad sin importar la cantidad de energía que la diosa aplicara.

Pero algo que ella no tenía en cuenta era que el ser desterrada del Olimpo implicaba que los trabajos de su madre y suyos debían ser llevados a cabo únicamente por ella ahora. Con el pasar de los días comenzó a sentirse más débil, ya que al ser tan jóven su cuerpo no estaba preparado para utilizar su poder en tan grandes medidas; con el pasar del tiempola la diosa difícilmente podía estar de pie por su cuenta, y sus poderes parecían estar desaparecido de lo exhausta que se encontraba.

En sus últimos momentos ella supo a la perfección lo que le esperaba, la noche había caído y Perséfone no pudo encontrar la situación más irónica; para ella no sólo era el fin de un nuevo día, pues bien sabía que su existencia en el plano mortal pendía de un hilo, toda una era para ella llegaba a su final, y aunque no estaba lista para rendirse, sabía que nada podía hacer.

-Voy a arreglar este desastre. -murmuró con una débil voz, utilizando sus pocas fuerzas para acariciar una de las hojas de menta- Aunque me tome una vida entera hacerlo, lo juro.

Un helado viento bañó todo el lugar, mientras que el cuerpo de la diosa lentamente se iba transformando en una planta de rosas, la cuál albergó su esencia hasta que esta finalmente se trasladó a la tierra.

En el momento exacto en que su cuerpo desapareció un fuerte temblor azotó todo el Olimpo y el Inframundo, varios supieron que algo malo había sucedido ya que ninguno de ambos reinos había sufrido un terremoto así desde la época de los titanes.

Hades observó como escombros caían del techo de su hogar y sus perros comenzaron a ladrar advirtiendo que algo malo estaba sucediendo. El hombre, privado de sueño desde que había perdido a su otra mitad, de repente pareció despabilarse, como si una descarga eléctrica hubiera sido propinada contra él.

-Perséfone...

En ese momento poco le importó su hermano, y mucho menos lo que otros dioses pensaran de él; Hades conjuró sus clásicas prendas que utilizaba para viajar al reino mortal, este consistía de sandalias de cuero y una túnica blanca, y con esas vestimentas se propuso ir en búsqueda de su amada.

Esas semanas en las que había estado encerrado en su hogar difícilmente había podido conciliar el sueño, por más veloz que fuera su mente le era imposible encontrar un plan democrático que le brindara la seguridad de Perséfone, lo cual le desesperaba. Él le había prometido con anterioridad que ya no actuaría con hostilidad, e intentaba mantener su promesa por más difícil que le fuera.

Pero, en el momento en que intentó poner un pie en el reino mortal... simplemente no lo logró. Intentó una, dos, y mil veces, cada vez con una desesperanza mayor y mayor al sentirse impotente y no saber de qué se trataba todo aquello. Momentos más tarde Hecate llegó donde él para explicarle, con una mirada lúgubre, que todos los dioses estaban incapacitados para viajar al reino mortal, y Zeus no sabía porqué.

(...)

La era de los dioses había quedado atrás, año tras año la existencia de estos se desvaneció de a poco hasta que no quedaron más que cuentos, mitos que pasaron de generación en generación mostrando como las civilizaciones antiguas creaban dioses para explicar hechos científicos como lo era el cambio de estaciones.

En el momento en que todas las fronteras del reino mortal fueron selladas, otros dioses, semidioses, ninfas y otras deidades quedaron atrapadas en éste, condenadas a vivir sus vidas entre mortales. Generación tras generación dichos seres se reprodujeron con mortales, pasando sus dones hacia nuevos mortales, creando una raza nueva denominada "homo-deus", despectivamente denominados "variantes."

La humanidad había avanzado tanto en dos milenios que parecía dejar en vergüenza la tecnología que poseían los dioses en comparación a ellos, aunque aún los mortales comunes seguían sin aceptar a los homo-deus, portadores del gen D que parecía brindarles extraordinarias habilidades.

Pocos siquiera pensaban en la posibilidad de que sus ancestros fueran dioses u otras criaturas, pero era común que los descendientes de ninfas fueran capaces de controlar los elementos, o los de los sátiros tuvieran una innata habilidad para la música.

Aquella era la realidad de los mortales ahora, era el año 2031 cuando la energía de Perséfone pareció recuperarse finalmente, haciendo que su eterna hibernación llegara a su final.

Cerca de la zona donde ella había sido condenada a morir ahora había una hermosa ciudad, un punto turístico sin igual, y una noche cualquiera entre varios árboles de olivos se oyeron los llantos de un bebé que parecía haber sido abandonado allí, pero la realidad estaba muy lejos de eso. Incluso parecía que el simple llanto de la infante había hecho florecer aquellos árboles aunque no se encontraran en época.

La misma tierra que había albergado la energía de la diosa formó un perfecto cuerpo, un bebé que estaba destinado a ser la salvación de los dioses y la reconciliación de los humanos con las variantes. Aquella niña que había aparecido misteriosamente en medio de la nada era incapaz de recordar quién fue en su vida pasada. El destino no dejaría que un evento tan importante pasara desapercibido, puesto que la vida de Perséfone no sería más que turbulenta, pero la vida se había encargado de hacerla más fuerte que nunca, ya que tendría mucho que soportar para poder volver a donde realmente pertenecía.

𝗘𝗩𝗘𝗥𝗟𝗔𝗦𝗧𝗜𝗡𝗚 ˡᵒʳᵉ ᵒˡʸᵐᵖᵘˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora