II

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Viéndolo con perspectiva, su arrebato en el izakaya fue un error. Kirishima le da vueltas en su cabeza durante los días siguientes, en el tren, la ducha, el ascensor que lleva a su apartamento de treinta metros cuadrados.

No debería haber salido tras Monoma. ¿Qué esperaba, de todos modos? ¿Pelear, desahogarse porque todos sus amigos parecían disfrutar de una felicidad plena que Kirishima todavía no ha alcanzado? Ya aprendió la lección con quince años: enfrentarse a Monoma sólo lo deja más frustrado. En aquella ocasión lo buscó en los vestuarios de la academia y salió con el corazón hecho un enredo. Lo único que podía aprender al discutir con el rubio — que también le gustan los hombres, que le gustaba Bakugou — ya lo tiene. Monoma no le ofrecerá nada nuevo.

Obtuvo hace tres años el "no" de Bakugou, el "sí" de la agencia de héroes en Chiba. ¿Qué más podría haber? La vida de Kirishima, por mucho que le pese en ocasiones, está completa.

Los meses transcurren con el adormecimiento inevitable de una rutina sin altercados. Aunque el paisaje que lo rodea cambie poco a poco, deshojándose en preguntas, cada noticia trae una respuesta que Kirishima ya preveía.

No lo sorprenden los avances en la remodelación del edificio para la nueva sede de Fat Gum, ni el viento helado de otoño, y tampoco la despedida tibia de sus jefes en su primer trabajo, cuando les confirma que cambiará de agencia. Está preparado para la gotera que aparece en su apartamento cada enero, y, más tarde, para el aumento de la criminalidad en primavera.

Por eso, cuando junio llama a la puerta y al bajar la vista Kirishima encuentra sobre el felpudo una carta con remitente de Musutafu, tiene, por primera vez, el sentimiento de que algo ha cambiado. Esto no se lo esperaba.


...


Cómo no, la carta es de Fat Gum, que es suficientemente joven para recordar que los móviles existen, pero que en los últimos meses ha adquirido un gusto nostálgico por el sabor de lo antiguo (takoyaki a la brasa, o algo parecido).

Kirishima ha releído la carta varias veces en el tren Chiba-Musutafu, tapando el remite con una mano para que nadie descubriera quién la ha escrito, como si no fueran ya suficientemente reveladores de su identidad la melena roja que asoma bajo su gorra, su maleta llena de objetos pesados, y en general su rostro, curiosamente parecido al de Red Riot.

Ahora escala de dos en dos los peldaños mecánicos que llevan al exterior de la estación de trenes, sufriendo por el sudor que se le acumula en la frente. No acostumbra a llevar tanta ropa encima.

El caso — lo que le ha traído a derretirse en la calle en este sofocante mes de julio — es que Musutafu solicita refuerzos.

"Solicita", mejor dicho, "refuerzos".

Cuando la construcción de estadios nuevos empezó hace año y medio, gran parte de la población expresó su descontento hacia las autoridades locales. Estaban dedicando una cantidad ingente de recursos públicos para una competición mundial que muchos en la ciudad no desearían haber acogido. Por eso este verano, con los estadios terminados y los trigésimo cuartos Juegos Olímpicos Ampliados a punto de inaugurarse en Musutafu, la ciudad ha decidido aplacar las críticas reduciendo el gasto en cuerpo policial movilizado. A cambio, quienes se encargarán de reforzar la seguridad en la zona durante los dos meses que se celebra el evento serán "¡los maravillosos héroes y heroínas que se han prestado voluntarios!".

Kirishima se reserva su opinión al respecto — ¿"Voluntario"? No es eso lo que pone en su contrato —, pero no acaba de sentirse tranquilo por volver a Musutafu. Hace un año que no pisa la ciudad, y cuando vino a la reunión de ex-alumnos el último verano... Bueno.

Los días felices | Monokiri | KirimonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora