VIII

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— ¿He interrumpido algo antes?

La estación de Musutafu bulle con el tránsito de viajeros, especialmente a mediodía, y sobre sus voces se superpone la de megafonía que anuncia las próximas salidas de trenes. Han dejado al gemelo de Hanta cerca de la entrada, haciendo cola en la heladería que hay a las puertas de la estación, y desde donde está Kirishima ya ha visto cómo ha conseguido que tres personas le dieran su número y le cedieran su puesto en la fila.

— No — responde, girándose hacia Sero —, no creo.

Tampoco es que fuera a pelear con Monoma, ni nada por el estilo. No ha sido cortante — ya no. Sólo cordial, y quizás ese sea el problema. Por algún motivo que ahora le hace sentir estúpido, Kirishima había esperado una despedida un poco más efusiva. Cercana como Hanta, que apoya un codo en su hombro, o como la que le han brindado en la agencia. La maleta le pesa por todos los papeles firmados que Ryuukyuu le ha entregado para Fat Gum, y por la montaña de regalos que Uraraka ha insistido en que se llevara ("para ti y para tus madres, mándales un saludo").

— Pues pareces preocupado.

— Ah... — Kirishima desvía una sonrisa de bochorno hacia el panel de horarios —. No creo que preocupado sea la palabra. Sólo estoy pensando.

Sero hace una pausa y al fin se aparta de su hombro para mirarlo de frente, ladeando la cabeza en un gesto que deja al descubierto los aros metálicos en su oreja.

— Ya no eres el mismo Ei de UA, ¿verdad? — comenta, con una risa que relaja de nuevo su peso hacia Kirishima —. Antes nos contabas lo que pasaba por tu cabeza sin dudar.

Kirishima no sabe qué responder a eso. ¿Acaso parece que es él quien ha cambiado? Desde su perspectiva, han sido los años.

— Tal vez — concede, a falta de algo más cierto —. Pero tú no lo has hecho mucho mejor. Mírate, con un novio y todo. Llegué y era el único que no sabía que te habías convertido en el yerno de Endeavor.

— Ngh.

La ligera mueca que hace estremecer a Sero, ya sea por la culpa o por la mención del ex-héroe, consigue calmar el corazón de Kirishima. No es masculino asestar golpes, pero sí lo es estar en condiciones iguales.

— Lo siento — murmura uno de ellos, o quizás los dos al mismo tiempo, tras un silencio. Cuando vuelven a mirarse de reojo, sin necesidad de hablar para entender qué quería decir el otro, los labios de Hanta vuelven a entreabrirse en la misma sonrisa problemática que tenía de adolescente. Alrededor de ellos, el ruido los envuelve pero no los alcanza, obligando a Kirishima a bajar la voz cuando suspira —: No se me está dando bien crecer.

Es frustrante. Los días del pasado titilan delante de sus ojos como una imagen residual. Si ignora los piercings de Sero y el roce de su propia melena en los hombros, parece que sigan teniendo quince años, porque, cuando se trata de Hanta, bastan dos segundos para que su compañía resulte tan cómoda como lo ha sido siempre. Y sin embargo, en cuanto se separan, es tan fácil volver a resbalar lejos del otro...

— ¿Y Monoma? — vuelve a preguntar Sero antes de que la atmósfera nostálgica que han creado se haga demasiado pesada.

"No tiene nada que ver", está a punto de responder Kirishima. Luego lo considera mejor. El abrazo que había esperado recibir de Monoma, el equipo que había soñado construir junto al squad... son en cierto modo lo mismo. Ideas latentes en alguna caseta para perro que todavía no ha podido comprar. Planes futuros que se han evaporado.

Al fin, contesta:

— Me ha dejado pensando... si estoy haciendo algo mal. Las cosas nunca salen tal y como pensaba.

Los días felices | Monokiri | KirimonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora