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Lo que Kirishima aprende durante la semana siguiente es a no despertarse tarde nunca más. No ha vuelto a ocurrir, por suerte, pero la amenaza de otro anuncio público planea sobre él, y sabe que Monoma no dudaría en usar de nuevo el canal de emergencia para sus ardides.

Esto es, de hecho, lo primero que le viene a la mente cuando Monoma rompe su récord de puntualidad y llega tarde al trabajo por primera vez en las tres semanas que han estado formando equipo. La reunión del lunes por la mañana con Ryuukyuu, esa donde repasan la organización de la semana, está a punto de acabar y la sonrisa petulante del rubio todavía no ha aparecido por la agencia.

— ¿Y Monoma? — pregunta Sero, poniendo una mano sobre la rodilla de Kirishima para que deje de sacudirla ansiosamente y hacer temblar toda la fila de asientos. Kirishima se queda en blanco durante unos segundos, traspuesto por el contacto cálido, hasta que reacciona y vuelve a alzar la vista hasta los ojos de su amigo. A veces olvida que Hanta no es el adolescente de UA y ahora es más pródigo en afecto físico.

— ¿Monoma? No le he visto.

La sonrisa comprensiva de Sero le indica que eso ya era obvio, por cómo ha estado girando la cabeza en todas las direcciones desde que han entrado en la sala de conferencias.

— Quiero decir, no me ha dicho nada — corrige Kirishima, mordiéndose nervioso el labio cuando la mano de Sero pasa de su rodilla a su pelo para desordenarlo en un intento de levantarle los ánimos que no acaba de entender. No es que le preocupe que Monoma esté desaparecido. Como mucho, si algo le inquieta, es que Ryuukyuu lo interrogue y luego lo sermonee por la evidente falta de comunicación con su compañero de patrulla.

Es para rehuir este sermón por lo que Kirishima se escabulle nada más acaba la reunión, trayendo con él a Sero como escudo preventivo. Nadie se resiste a la sonrisa carismática de Cellophane, ni siquiera sus superiores — probablemente. Por desgracia Sero tiene otros planes, y se despide de él cuando apenas han llegado al aparcamiento subterráneo.

— Voy a adelantarme con Uravity por si llegáis tarde — le anuncia con un choque de puños al que Kirishima corresponde por reflejo —. ¡Ahora nos vemos!

— Ah- ¡Pero-

— ¡Y no sufras más, le tienes delante!

Kirishima extiende todavía una mano impotente hacia el descapotable donde Sero entra con un salto ágil y un silbido feliz, pero al oírlo frena y se gira abruptamente hacia el lado opuesto. Junto a una columna del garaje está, en efecto, Monoma Neito.

Kirishima contiene a duras penas el impulso de correr hacia él. Hay días donde no entiende a sus propias piernas. Lo que sí hace es andar con calma forzada, sintiendo la extrañeza crecerle en el cuerpo a cada paso. Este Monoma está fuera de personaje, casi fuera de lugar en su propio traje. El pelo que por lo general lleva impecablemente peinado le cae en algunos mechones sobre la frente, e inspecciona su alrededor entrecerrando los ojos con semblante desorientado.

No es hasta que Kirishima está a menos de un metro cuando Monoma parece al fin reconocerlo, tensando la espalda repentinamente como si no le hubiera visto llegar.

— ¿Ya estás aquí?

— ¿No debería ser yo quien dijera eso? — Kirishima resopla y saca las llaves del coche que les han asignado, entrando al asiento del conductor sin molestarse en esperar. Apenas ha empezado la semana y Monoma ya está poniendo todo de su parte para empeorar la atmósfera entre ellos —. He tenido que cubrirte durante la reunión.

Eso es mentira, pero no importa. Monoma no le dedica mucha atención. Se deja caer en su asiento, exhalando un suspiro pesado y cerrando con un portazo. La presión dentro del coche parece aumentar con ese golpe, y el aire se inmoviliza durante unos segundos hasta que Monoma rompe el silencio lanzándole de reojo un vistazo mordaz.

Los días felices | Monokiri | KirimonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora