VI

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A lo largo de las semanas siguientes, la mente de Kirishima regresa con frecuencia a esa conversación. La imagen de Monoma inquietándose por Vlad King se disuelve entre sus pensamientos, resurgiendo inopinada aquí y allá cada vez que Kirishima caza al rubio en medio de una risa demasiado honesta, trastabillando por un sobresalto o dormitando en su mesa cuando cree que nadie mira.

En ocasiones, cuando se sorprende a sí mismo clasificando todas estas expresiones que presencia secretamente, Kirishima empieza a sentir que entiende a Monoma. Luego topa con un chasquido de lengua o una mirada indescifrable y descubre que sigue sabiendo tan poco de él como el primer día. Cuando el final de julio trae con él el cumpleaños de Hanta, el calor de agosto y la segunda mitad de su estancia en Musutafu, Kirishima está más perdido que nunca.

"Y eso que eres experto en lidiar con rubios imposibles", bromea Sero siempre que Kirishima acude a él para quejarse. Se equivoca. Quien diga que Bakugou es más difícil de tratar, claramente no ha conversado con Monoma. Bakugou tenía leyes, axiomas que no cambiaban. Una palmada en la espalda nunca le gustaba y un brazo sobre sus hombros no fallaba en apaciguarlo. La vida con Katsuki era, fue, una rutina que Kirishima podía seguir de memoria. Incluso ahora, cuando Bakugou responde a su invitación para la fiesta de Sero, Kirishima sabe que encontrará una negativa — una de tantas.

Monoma, sin embargo... Es líquido e inasible. Capaz de arrastrarlo por el brazo como a un sirviente y de tensarse de pies a cabeza si Kirishima le ofrece chocar una mano al acabar un trabajo. Es a la vez quien le trae cafés por la mañana y quien no sabe reaccionar cuando Kirishima se los compra de vuelta.

La noche en la que Kirishima toma realmente consciencia de vivir en la ignorancia, están a las puertas de la agencia de Ryuukyuu y Monoma trata de meter en un coche policial a un hombre esposado. Han recibido esa misma tarde un aviso de que alguien estaba usando sus poderes para filtrar grabaciones de los vestuarios del Estadio Olímpico, y Kirishima pensaba que esto les costaría una investigación tediosa, pero Monoma ha desaparecido sin darle aviso y ha vuelto dos horas más tarde con el culpable entre las manos.

Kirishima no le hace preguntas. No porque no quiera — Crimson Riot sabe que tiene una decena agolpadas en la punta de la lengua —, sino porque quedarían ahogadas bajo los gritos del detenido, que forcejea con Monoma y presiona el pie contra la puerta del vehículo para intentar zafarse de su agarre.

— ¡No he hecho nada ilegal! — vocea —. ¡Se lo ha inventado todo!

Aunque Kirishima no tenga mucha información, ni mucha confianza en los principios de Monoma, sabe que este no esposaría a alguien sin un mínimo de pruebas. En UA les enseñaron a ser mejores que eso. Avanzando hasta el coche, endurece pues un brazo y protege la cabeza del detenido mientras lo empuja hacia el asiento, rogando mentalmente que su jornada de trabajo acabe pronto.

— Si no has hecho nada — comenta en un tono cansado y aburrido —, entonces no tienes nada que temer. Podrás explicárselo a la policía en comisaría.

Contra sus expectativas, el hombre no sigue gritando. Sus facciones quedan suspendidas en una sonrisa asimétrica, y pasea la vista entre Monoma y Kirishima como si estuviera calando lentamente en él la comprensión de algo secreto. Cuando vuelve a hablar, se dirige a Monoma con una confianza excesiva.

— Así que es este, ¿eh? No me extraña que estés harto de él.

— ¿De qué habla? — pregunta entre dientes Kirishima, lanzándole a Monoma una mirada de reojo. Bajo la iluminación nocturna, el rubio es todo reflejos de farolas y preguntas sin respuesta. Monoma ni siquiera le devuelve la mirada cuando contesta, clavando una expresión de disgusto en el detenido:

Los días felices | Monokiri | KirimonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora