III

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Monoma y él han pasado toda una semana juntos, y si todavía no se han asesinado es porque a Kirishima le queda un ápice de respeto hacia el Reglamento Heroico que deberían estar cumpliendo.

— Red Riot, ¿necesito poner intermitentes en la próxima esquina para que dejes de cruzarte en mi camino?

...Pero sólo un ápice.

El pasillo por el que avanzan parece doblemente estrecho cuando tienen que compartirlo, y la tela lujosa en la que va envuelto Monoma no deja de rozarle el brazo, en una falta de sincronización al andar que empieza a ser enervante. Es como si de repente ambos hubieran olvidado cómo caminar recto, cada uno por su lado.

— Tú primero.

— Gra-

— No, mejor yo primero.

— Imbécil.

Kirishima no se molesta en reaccionar al insulto. Cada puerta que deben cruzar es una ocasión de discordia, y ya se ha cansado de que Monoma se adelante a sujetarlas cual gentleman para luego amagar con soltárselas en la cara. Ignorando el bufido exasperado del rubio, lo empuja con el hombro para llegar antes que él a la puerta.

— ¿Quieres dejar de comportarte como un niño?

— ¿Hah? ¿Quién se está comportando como un niño? — protesta Kirishima, el niño.

— Quin si istí kimpirtindi kimi in niñi.

— Ugh. Déjame en paz.

— Gracias por el consejo — aplaude Monoma en su tono más sardónico, vigilándolo desconfiado mientras pasa por la puerta —, eso haré. Prueba a decírselo al próximo delincuente que nos crucemos; tal vez también te funcione.

Kirishima se detiene a decidir entre izquierda o derecha (seguir recto, finalmente) y le lanza por encima del hombro un vistazo hastiado.

— Muy gracioso.

Hablando de delincuentes, deberían estar trabajando. Pero el Estadio Olímpico de Musutafu entre bastidores es un entramado de pasillos con pocas señalizaciones y, entre tanta disputa infantil, llevan media hora andando en círculos sin encontrar a sus compañeros. Y vuelta empezar:

— ¿Aizawa no os daba clases de orientación básica? Por aquí ya hemos pasado.

— ...

Al final llegan. No a la reunión con Ryuukyuu, que debe de estar maldiciéndolos por su retraso en algún lado, sino a la que probablemente sea la salida de incendios más recóndita del lugar. Un trabajador del estadio, con su uniforme azul y su gorra a juego, acaba de entrar con los envoltorios vacíos de su cena entre las manos. Al toparse con ellos — un rubio anacrónico y un metro ochenta y siete de puro rojo — frena en seco, sobresaltado. Las frases "¿Estoy en problemas?" y "¿Qué hacen ustedes aquí?" colisionan en la arruga que se forma en su frente, bajo el cierre de su gorra.

Como los trajes de héroe no contribuyen a darles una imagen de intrusos, acaba ganando la primera opción.

— ¡Disculpe! — se adelanta Kirishima, antes de que el hombre eche a correr —. ¿Podría echarnos una mano? Nos hemos perdido.

— Te habrás perdido -

— Ahora no es el momento — sisea Kirishima de vuelta. Monoma le sostiene la mirada durante unos segundos, con una curva complicada formándose en la comisura de sus labios, antes de volverse él también hacia el empleado.

Mi compañero se ha perdido. ¿Le importaría indicarnos el camino hacia la sala A204?

Se supone que es una sala de observación, o de conferencias, o a saber qué. Kirishima no imagina qué puede haber en un estadio olímpico más que pistas de exhibición y puestos de brochetas rápidas, pero ahora no es momento de preguntárselo. Esta noche es el desfile que dará inicio a los Juegos Olímpicos Ampliados y su misión como héroes es garantizar la seguridad del evento. Si no aceleran el paso, no llegarán a la reunión para ultimar los detalles de la organización.

Los días felices | Monokiri | KirimonoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora