Decir la verdad es un acto revolucionario.

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Hassel

No sabría muy bien como describir mis sentimientos en aquella situación, quería saber la verdad, necesitaba saberla, y aunque ya conocía la mayor parte, seguía habiendo pedazo de la historia que no encajaban o más bien que deberían ser contados por otra persona.

Quería entrar, sí, definitivamente quería hacerlo, pero tenía tanto miedo de hacerlo y que todo se me viniese abajo, o no recordar nada.

El temor corría por mis venas pero a la vez, también lo hacia la adrenalina, era una mezcla tan hermosa y dura que me estaba dando esta vida, que me hacia seguir caminando por que sabia que valía la pena seguir, seguir y averiguar todo mi pasado.

-Cariño, necesito que pongas tu cara ahí- dijo señalando una pared que aparentemente parecía normal- no es una pared normal es un detector para saber quien entra o no, y sin tu cara no podemos entrar.

-¿Pero porque no te acercas tu?

-Por que yo no tengo acceso.

-¿Cómo no vas a tener acceso? ¿Cómo entras entonces?-estaba confundida era imposible que no tuviese acceso.

-Siempre que vengo hay que llamar a Edrick o a alguien de seguridad para que abran la puerta-fruncí el ceño no entendía esa regla absurda- no se le puede dejar el acceso a toda la plantilla cariño, siempre puede fallarnos uno.

-¿No confiáis en vuestra plantilla?

-En este mundo no se confía en nadie, no sabes cuando alguien te esta deseando la muerte.

-Pues que mundo más siniestro.- dije cruzándome de brazos.

-Pero siempre ha sido tu mundo cariño.

-¿Por que yo tengo acceso?- evadí su comentario, no se si quería que esto siguiera siendo mi mundo.

-Por que solo lo tienen los jefes de la banda, es decir, Edrick y tú.

-Pero yo llevo demasiado tiempo si aparecer, seguramente Edrick lo haya quitado- sabía que no lo había quitado.

-Oh cariño sabes perfectamente que no lo haría- rodé los ojos y me acerque a la pared que anteriormente me había señalado mi madre.

Escaneo mi cara y tardó unos segundos en reaccionar, abriendo la puerta mientras decía bienvenida reina negra.

Aquello parecía de película, las puertas abriéndose poco a poco mientras mi madre y yo nos dirigíamos aquel lugar tan sofisticado por dentro y mugroso por fuera.

Era un gran recibidor en colores nudes y con dos pequeños sofás junto a una mesa y una pequeña lamparita encima de esta, frente a un gran espejo, a los lados podía ver unas grandes macetas. La pared era de mármol y a lo lejos podía ver un gran ascensor color marrón clarito.

No me dio tiempo a ver nada más cuando sentí unos fuertes brazos agarrándome de la cintura y subiéndome del suelo orara darme un fuerte abrazo mientras dábamos vueltas en aquel recibidor.

-¡Has vuelto reina negra! Sabia que lo harías, no sabe cuanto te echaba de menos, esto no es lo mismo sin ti, no tengo a nadie con quien marujear ni con quien hacer galletitas de chocolate, esto es muy aburrido sin ti- poco después me soltó en ese suelo y yo aún mareada intente enfocar su cara.

Amor AtrozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora