Las vacaciones pasaron rápido y, a la vez, dolorosamente lento. Cada día consistía en consolar a mi madre, quitarle las bebidas y tratar de no perderme entre mis propios pensamientos. Camila se había ido, Meg no respondía mis llamadas, y solo me quedaba Kat.—Buenos días, mamá —dije con una sonrisa forzada mientras tomaba mi bolso.
—No hay nada de bueno —respondió mi madre con esa amargura constante.
—Ya me voy —le di un beso en la frente, aunque no esperaba mucho de vuelta.
Hoy era la primera vez que iba al colegio en Uber. Solía tener a John, y luego a Dylan, pero ahora no tenía a nadie. Al llegar, busqué a Kat, pero no la encontré. Mis clases transcurrieron con normalidad, pero en el descanso me sentí completamente sola. Me senté en una mesa, comiendo tranquila, hasta que vi a Dylan... de la mano de una chica castaña, delgada, con todos mirándolos. Justo unos segundos antes estaba considerando hablar con él para aclarar las cosas, pero verlo así lo cambió todo.
—Es una mierda, no los veas —dijo una voz conocida. Al voltear, me percaté de que era Leach, mi "mejor amigo."
—Lo son —respondí, sin ganas.
—Toda la gente de la que te rodeas lo es —añadió él con desdén.
—No toda —intenté defender a mis pocos amigos.
—No estás con tus "amigas" —hizo comillas con los dedos—. Te veo sola.
—Kat no vino, Camila se fue, y tuve un problema con Meg.
—Kat sí vino. Meg te está evitando y Camila se fue. No te engañes.
—Kat no vino —insistí.
—Tenemos inglés juntos.
—Tal vez...
—No las intentes excusar —me cortó de nuevo.
Leach se levantó de la mesa.
—¿A dónde vas? —pregunté, algo perdida.
—A fumar. ¿Vienes? —me ofreció.
Sabía que no debía hacerlo, pero recordé lo bien que me sentí la última vez. La tentación me superó.
—Sí —respondí.
Salimos de la cafetería y noté cómo Dylan me observaba mientras salía con Leach. No me importó. Leach me llevó al baño de hombres, lo cual me extrañó.
—¿Por qué me traes aquí?
—Acá está mi escondite.
No lo cuestioné más. Subimos al techo por una puerta pequeña, y al llegar, la vista era increíble. Leach encendió un cigarrillo de marihuana y nos acostamos sobre el techo. El mundo, de repente, dejó de importarme.
—¿Qué pasa? —preguntó Leach, notando mi silencio.
—Nada —mentí.
—La última vez aceptaste porque estabas borracha y dolida. ¿Cuál es el motivo ahora?
Suspiré, largo y profundo. —Mi papá engañó a mi mamá con la madre de Meg, que es madrastra de Dylan. Meg es mi hermana. Me quedé sin amigos y sin novio. Estoy sola.
Las lágrimas comenzaron a caer. Leach me acercó a su hombro y me acarició el cabello.
—Eres fuerte, Isabella. Muy fuerte.
Esas palabras rompieron la barrera que mantenía mi llanto a raya. Sentí que, al menos, alguien estaba ahí para mí.
—Te quiero —le dije, abrazándolo.
—¿Quieres más? —preguntó, ofreciéndome el cigarrillo.
Tomé una calada más. Me sentía tan ligera, como si el peso de mi vida se desvaneciera por un momento. Las nubes parecían animales extraños y lejanos; el cielo tenía colores que nunca antes había visto.
—Issy, creo que es hora de bajar —dijo Leach con una sonrisa.
Nos bajamos con cuidado y al salir del baño me topé con Pablo, el novio de Kat.
—¿Issy, qué haces con él? —preguntó, alarmado.
—Es Leach —me reí—. Mi mejor amigo.
—¿Estás drogada?
—No —respondí, tratando de no reír.
Pablo me tomó del brazo y me llevó hacia las bancas, donde estaban John, Kat, Henry y Meg. Todos me miraron con diferentes expresiones: John con desprecio, Kat nerviosa, Meg no me dirigió la mirada, y Henry me miraba como si quisiera desvestirme.
—¿Qué hace ella aquí? —preguntó John con una voz cargada de resentimiento—. Ya terminó con Dylan y ahora busca a sus tontos.
—Está drogada —dijo Pablo, preocupado.
—Sí lo está —sentenció John.
No me importaba lo que dijeran. El cielo era hermoso, de un color rosa que me hacía sonreír.
Cuando las clases terminaron, tenía la cabeza recostada en el hombro de Leach, riendo. Todo parecía tan gracioso. Al llegar a casa, encontré una nota de mi madre: Salí, besos. Me dolió su frialdad. Subí a mi habitación para prepararme, ya que Leach y yo habíamos quedado en salir esa noche.
A las seis, Leach tocó el timbre. Lo abracé y comencé a llorar. Él acarició mi pelo, susurrando: "Toda esta mierda pasará."
En su auto, íbamos escuchando rock, un estilo que nunca había apreciado antes, pero que ahora se sentía bien.
—¿Por qué llorabas? —me preguntó.
No respondí.
—¿Fue por Dylan? —insistió.
—Dylan... —suspiré profundamente—. Que se vaya al carajo.
Al llegar a la playa, corrí hacia el mar, sintiendo la libertad en cada paso. Leach me observaba desde la orilla, sonriendo. Me uní a él después de un rato, riendo y fumando en la arena mientras el cielo se oscurecía.
—Mi madre murió —dijo Leach de repente.
—¿Qué? —me giré hacia él, confusa.
—Me preguntaste por qué fumo. Ahora lo sabes.
—Lo siento mucho.
—Murió cuando yo tenía 10. Desde entonces, todo se fue al carajo.
Nos quedamos en silencio, mirando las estrellas que parpadeaban en el cielo. Nos sentíamos perdidos, pero en ese momento, al menos, no estábamos solos.
ESTÁS LEYENDO
El Fuck Boy (EDITANDO)
Romance-Pensé que teníamos algo-las lágrimas comenzaron a caer. -Pensaste?, enserio crees que yo me enamoraría de alguien y menos de ti solo quería acostarme contigo y lo logre. -Eres un idiota-digo con la voz entrecortada