Capítulo cinco

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Los gritos y reclamos de las personas que disfrutaban del espectáculo taurino inundaban totalmente la plaza

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Los gritos y reclamos de las personas que disfrutaban del espectáculo taurino inundaban totalmente la plaza.
Surt al darse cuenta del gran error de su hermano se levantó de su asiento para que Aioros lo guiara hasta el sitio donde quizá tengan a Camus detenido por meterse a interrumpir la faena.

Ganas no le faltaban al mayor de los Rize de tomar a su hermano en contra de su voluntad y llevarselo de una vez por todas de regreso a Francia después de todos los desfiguros que Camus ha ocasionado en un país extranjero.

Shura no tuvo remedio, terminó aquella ultima tercia para el disfrute de los espectadores.
En vano fue el esfuerzo de Camus interrumpir aquella ronda, el indefenso animal tuvo una muerte dolorosa para el disfrute de personas sin criterio como las que gustan de esos espectáculos.

A Camus lo mantenían encerrado en un pequeño cuarto que usaban en ocasiones los toreros para poder vestirse, aunque el francés inútilmente golpeaba la puerta pidiendo a gritos que lo dejaran salir.
Su esfuerzo se fue por la borda cuando escuchó que la tercia final había culminado.

— Mis padres se van a molestar después de todo lo que hecho — Susurró Camus recargándose en la pared con la cabeza para atrás.

Cerró sus ojos por unos momentos tratando de no perder la paciencia, no sabía que le dirían los organizadores del evento, inclusive el mismo torero al cual le arruinó nuevamente un momento de su vida.

— Soy un total desastre.

Justo en ese momento la puerta de aquel cuarto se abrió totalmente, en el marco se encontraba recargado Fábregas con una mirada seria y desafiante al ver a ese joven de cabellos escarlatas nuevamente.

— No quiero interrupciones — Respondió Shura volteando a ver a los rejoneadores que ante tal petición simplemente asintieron.

Fue demasiado tarde para Surt y Aioros quienes llegaron justamente en el momento que el torero de renombre cerró la puerta con molestia.
Ahora Surt se encontraba nervioso, temía por su querido hermano menor, Aioros se llevó sus manos a los labios sorprendido, sabía que su amigo tenía muy mal carácter cuando alguien lograba molestarlo, ahora temía por la situación de aquel encanto escarlata.

Al cerrar la puerta, Shura se llevó sus dedos al puente de su nariz para hablar de una vez por todas con ese chico que solo le ha causado molestias con su presencia.

— ¡Joder que carajos te sucede para entrometerte en mi vida! — Exclamó molesto el español intentando no perder la razón.

Ferme ta grande gueule *— Susurró el francés con desdén.
(*Cierra tu grande boca)

Shura alzó una ceja, ahora resultaba que aquel joven de cabellos escarlata no estaba dispuesto a charlar en el idioma español.

— Llegaste a interrumpir mi boda en la lengua española, no quieras hacerte el desentendido jovencito — Respondió Fábregas caminando en círculos en ese pequeño cuarto.

Merde, pensó el francés. Ahora no sabía que decir a su favor; primero se opuso a su boda, ahora interrumpió su faena en el ruedo, aunque en esa parte no se arrepentía porqué detestaba esos espectáculos de sufrimiento a los animales solo para aquellas personas que buscan satisfacer su felicidad a costa de seres inocentes.

— Quizá tengas razón — Contestó el galo sonriendo de lado — Pido disculpas si arruiné tu boda, no era mi intención; yo buscaba la boda de alguien más, no la tuya.

Shura detuvo su andar y se llevó su pulgar a su mentón — Debes tener una buena razón para llegar a interrumpir la unión de alguien, aunque a mi me has ocasionado una grandiosa pérdida de dinero.

Ante esto Camus dejó un poco su orgullo de lado, ahora si se había metido en un gran problema. Intentando no perder la razón, sacudió su cabeza y en ese momento se abalanzó ante el español tomándolo de los brazos, sin pensarlo lo acorralo para seguir discutiendo con él.

— Aunque yo interrumpí tu boda, no es justificación que mates animales indefensos solo por diversión... ¡Eres un asesino!

Shura comenzó a forcejear con él, buscó liberarse del agarre del francés y ahora fue él quien lo acorraló en la pared sin darle la oportunidad de escapar.

— ¡Esta es mi vida, yo hago lo que quiera y si no te gusta este ambiente simplemente no hubieras venido! Bastante me has perjudicado que ahora todos piensan que eres mi amante escondido.

El joven de cabellos escarlata comenzó a reírse ante tal revelación, cerró sus párpados y moviendo su cabeza de un lado a otro.

— Ya quisieras que yo fuera algo de ti — Se burló — Soy mucho para un simple torero.

— Ja, te das mucha importancia francesito... Serías la última persona a la que le haría caso en esta vida.

El español no cedía, por más que el francés intentaba hacer perderle la paciencia, ninguno de los dos estaba dispuesto a dejar las cosas tan fáciles.
No sabía porqué pero mientras intercambian miradas, tanto a Fábregas como Rize podían sentir como sus latidos se tornaban más repentinos, sus respiraciones chocaban podían experimentar ese calor corporal del contrario así mismo acompañado de una corriente eléctrica recorrer totalmente sus cuerpos.

— Mi nombre es Camus Rize, no francesito — Le contestó con sarcasmo.

— ¡Oh perdón señorito francés! —Se burló el torero sin soltarlo — Déjame decirte que el mío es Shura, el grandioso Shura Fábregas y no soy un simple torero.

Camus intentó liberarse de la presión ejercida en sus muñecas por las manos del español, logró moverse un poco a la derecha aunque no se percató que en el suelo se encontraba tirada una chaquetilla; sin querer la pisó se atoró su calzado y este repentino movimiento hizo que los dos terminaran en el suelo.
Shura intentó tomarlo de la cintura para evitar la caída, sin embargo los dos quedaron en el suelo con una posición muy comprometedora.
Camus en el suelo boca arriba, Shura sobre su cuerpo sin soltarlo de la cintura, ambos rostros demasiado cerca a escasos centímetros de rozar sus labios.

De manera repentina la puerta de ese pequeño cuarto se abrió totalmente, Aioros había ido a buscar la llave de repuesto para intervenir en aquella discusión pero al ver la posición comprometedora en la que Shura se encontraba con el francés no dudó ni un segundo en cerrar nuevamente la puerta.

— ¡Por favor amigo para eso están los hoteles! — Gritó Aioros cerrando la puerta totalmente con el rostro sonrojado.

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