Equivocados.

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Una semana pasó sin que kagome recibiera alguna noticia de Sesshomaru.¿ Acaso desaparecería nuevamente? Y si volvía a llevárselos? Quizás no los volviera a ver nunca. Tanto pensamiento negativo la tenía al borde del colapso. Lloraba todos los días desde su conversación con Sesshomaru, fué grosera, no guardó ecuanimidad y era lo primero que debió hacer. Perdió los estribos durante la conversación, nunca quiso que aquello terminará en una discusión y . . . Todo se fué al traste. Las terapias se fueron al carajo, ella estaba aún muy dolida.
Inuyasha se encontraba preocupado, todas las noches la escuchaba ahogar los sollozos mientras corría el agua en el baño, creyendo que con eso no la escucharía. Estaba cansado de todo aquello y tomó una decisión que, esperaba, pudiera ayudarle. Salió del hotel dispuesto a tratar de solucionar en algo el problema del cual quisiera o no, fué uno de los principales causantes.



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Sesshomaru leía en la biblioteca, esperaba impaciente el arribo de los chicos. Se estaban pasando una semana de vacaciones en la propiedad de los padres de uno de sus compañeros en los Alpes suizos. Donde además de esquiar, llevaron a cabo una competencia de hockey, el nuevo deporte al que Li se hizo fanático. Sesshomaru iría a recogerlos al aeropuerto de no ser por una llamada que esperaba y era importante. Kagura y Jacken irían para llevarlos a casa y preparar una cena especial donde, abordaría el tema de kagome después del postre. Tenía muy claro que la plática que tendría con ellos sería escabrosa pero, necesaria. No había quedado en nada con kagome, inclusive estaba sorprendido de que no se hubiese presentado reclamando el por qué de su silencio. Toquidos discretos en la puerta lo distrajeron de la lectura y sus pensamientos.

— Adelante.

La señora Eliza era el ama de llaves, seguramente era algo importante de otra manera no lo hubiera interrumpido.

— ¿Señor? Hay una persona que quiere verlo.

- ¿Te dijo su nombre?

Pregunto con tranquilidad a la empleada  sin apartar la mirada del libro.

- El ingeniero Inuyasha Ward.

Sólo entonces, elevó la mirada dorada hacía la mujer que aguardaba por su respuesta de pie frente a la puerta.
La expresión de Sesshomaru fue de momentánea sorpresa para luego transformarse en una de frialdad. Así que mando a su amigo . . . interesante que mandara a la única persona que no debió involucrar. Sus hijos no tardaban en llegar y por ningún motivo quería que lo vieran, pero le interesaba saber que quería ese tipo.

- Hágalo pasar. Y, en cuanto llegue la señora kagura con mis hijos me avisa. Por ningún motivo los deje entrar aquí mientras la visita no se haya retirado. Me entendió?

- Por supuesto señor. ¿Algo más?

- Traiga té y café.

Inuyasha en el vestíbulo con las manos en los bolsillos paseaba su mirada por la gran casona. Se notaba que no faltaba el dinero y a pesar de ser lujosa, no era fría. Se apreciaba en todas partes el calor de hogar que solo da la mano de una mujer. ¿Acaso ya tendría pareja? Hasta donde sabía jamás se volvió a casar, y
continuamente se preguntaba, ¿cómo es que el tipo seguía vivo? Kagome terminó por contarle de lo enfermo que estaba y eso ya hacía muchos años . . . cómo es que aún continuaba con vida? Una voz interrumpió sus pensamientos.

- El señor lo espera. Sígame por favor.

Sesshomaru dejo los lentes y el libro sobre el escritorio. Se sentó erguido en la silla que crujió bajo sus movimientos, debía estar sereno, era la primera vez que cruzaría palabra con ese tipo. Miroku siempre se encargó de ese asunto pero, ya era hora de verlo y de paso, saber a qué había venido. Luego, luego ya vería.
En cuanto Inuyasha entró, observó al hombre que se encontraba sentado con fría elegancia, en tanto sus codos se encontraban en los reposabrazos y sus manos entrelazadas frente a él, lo miraba con fríos ojos dorados sin una pisca de molestia, vamos, ninguna emoción se podía leer en su cara de póker, cosa que lo desconcertó. Pues enfermo no se veía! Quizás algo . . . Maduro. Se conservaba muy bien para la edad que suponía tenía.

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