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Osamu recuerda el momento exacto en que conoció a Rintarou, o más bien el momento en que se cruzó con su mirada, no fue directamente en la preparatoria; de hecho fue en la calle donde juraba que jamás se lo volvería a ver, además de que a su parecer bastante raro fue aquel día.
Primero que nada tenemos que remontarnos a ese día por la mañana, cuando apenas tenía 15 añitos y era inmaduro igual que Atsumu que siempre ha sido igual de inmaduro e idiota que su yo actual. Recuerda vagamente que esa mañana su mamá los dejó solitos y ellos que estaban con la fiebre de Ojiro Aran, vieron fácil llamarlo a que se quedase con ellos; Aran aceptó luego de mil lloriqueos de ambos.

Ojiro llegó a su casa con la idea de simplemente ver una película o algo así e irse después, la verdad era que ni ellos sabían que hacer y su sola idea era estar con él, Atsumu propuso lo más predecible para su persona; jugar vóleibol. Aran solamente aceptó jugar, pero quería también ver una película y ellos que adoraban hacer lo que hiciese o quisiera hacer él; aceptaron a hacer ambas cosas sin rechistar.

Sudado y cansado, algo fastidiado con Atsumu por decir que él se haría con Aran y Osamu solito contra ambos, llegaron a un cinema donde se escuchaban los resonantes pasos de la gente allí presente esperando a sus boletos o su comida. Decidió sentarse en una mesa alejada de todo el ruido, donde casi no se escuchaban los molestos cuchicheos ni las chillonas risas de algunas chicas que solo veían películas por sus amores imposibles de las películas, suspiró feliz cerrando sus ojos con cansancio sintiendo las pocas gotas de agua resbalarse por sus hebras comenzando a bajar por su cuello dejando un camino húmedo y frío en su piel, algo bastante agradable para él.
Estaba tan relajado que dejó escuchar lo que estaba a su alrededor sonriendo un poco denotando su aire de relaje, sintiendo todo lejano, pensando en nada soltando suspiros suaves y que para su mamá era un suspiro de enamorado. De repente, el constante traqueteo de los zapatos contra el piso lo hizo gruñir y abrir los ojos molesto con ansías de encarar al imbécil que le arruinó su sueñito. Enfocó su mirada en un par de tenis que caminaban con una inigualable elegancia y una inesperada delicadeza hacia él, los pasos se veían tan suaves y el escozor de su oído recalcaba el resonante traqueteo que hacían aquellos piecitos que parecían rondar a su alrededor acercándose a él con un gesto lleno de parsimonia. Comenzó a subir su mirada detallando la fina piel al descubierto de aquella persona en los pantalones negros con rotos en las rodillas, aquel buzo grande blanco de mangas negras caídas con un dibujo de un osito de peluche apuñalado y sangre brotando de él, subiendo aún más su mirada se encontró con los cansados ojos de un chico de más o menos su edad. Detalló la pálida cara del chico, aquellos ojos que se asemejaban a los de un zorro y un color dorado opacado por una inperceptible nube gris que combinaba a la perfección con aquella nariz tan linda, además de los deseosos rojizos y carnosos labios del extraño; era tan precioso, tan naturalmente bonito. Sintió el disparo directo a su corazón haciendo que comenzara a bombear sangre como loco subiéndola a su cara quedando en un sonrosado sensible mientras respiraba fuerte sintiendo el aire faltarle.

El de hebras oscuras castañas levantó la mirada al sentirse observado, cosa que alarmó a Osamu quien sin pensarlo dos veces se escondió bajo la mesa rezando por no ser encontrado por el bonito muchacho que estaba directamente frente a él, escucho el chirrido de las silla contra el piso suspirando más tranquilo levantó la mirada. Se congeló al ver la mirada curiosa e inquisitiva del chico sobre él, encontrándosela directamente batallando por seguirle el paso al chico y no flaquear demostrando lo nervioso que estaba, sintió el sudor bajar por la palma de sus manos sintiendo una asquerosa y pegajosa sensación en las mismas; las limpió en su pantalón sin bajar la mirada siguiéndole el juego al calmado extraño.

—¡¡SAMU!! — gritó su hermano haciéndolo sobresaltar pegándose contra la mesa.

—¡¡Ouch!! — soltó un quejido suave comenzando a maldecir haberse metido debajo de la mesa escuchando a Atsumu y Aran acercarse. Ya ni siquiera pensaba en lo ridículo que se sentía haber sido visto por Ojiro, sino que sentía vergüenza porque el chico bonito que lo flechó en un instante lo viera, lo que era más que seguro.

Dulces Labios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora