Capítulo 25

19 3 0
                                    

 Ethan


Verla dormir me tranquilizaba, me atrevía a decir que era el único momento donde mi corderito estaba tranquilo y no disputa por mi cercanía, tiene su cabeza sobre el brazo que ya casi no siento.

Luego de habérmela follado contra la pared se había acostado junto a mí, cinco minutos después ya estaba cabalgándome, era igual o más insaciable que yo. Me había usado toda la madrugada.

Y yo feliz de que me usara de esa manera.

Las facciones de su cara son suaves y delicadas parece un angelito.

Mia, mi luna, sin importar lo testaruda y orgullosa que era ella era mía y la protegería hasta mi último aliento.

"Nuestra" gruñe Dan "la protegeremos juntos" recalca la última palabra.

Sentía como mi corazón se apretaba se impotencia cuando se dio la vuelta, era mi culpa, solo mía. Ahora entendía porque nunca me dejo ver su espalda, porque se puso tan arisca cundo le pregunte.

Esa cicatriz se la había hecho yo. Yo la había golpeado hasta el cansancio, la había lastimado.

Nunca había sido tan consiente del daño que le había hecho hasta ese instante. Yo ya la había marcado de por vida y no de una manera romántica o tierna.

Yo si era el monstruo que describían en los libros, yo era el que asesinaba a sangre fría, yo era el que tenía que esconderse en una cueva, yo era el que lastimaba a la persona que... amaba.

Mierda.

Yo era un monstruo, ella seguía aquí no porque quisiera, estaba obligada estar aquí, junto a mí en mi cama. No sabía si había hecho esto porque en verdad lo deseaba o tal vez...

- Uhm – se removió bajo las sabanas, ya era muy tarde, la luz se colaba por las ventanas.

Esta mujer hiciese lo que hiciese me la ponía dura, no me había bastado todo lo que me había hecho, quería más. La quería a ella.

Aparte la sabana de su cuerpo, con la punta de mis dedos recorrí su espada, toque la cicatriz que tanto se esmeró en ocultar continúe hacia su culo, tenía el cuerpo lleno de pequeños puntos oscuros que yo había puesto en su piel, con mis labios, dientes y dedos.

Mi espalda y pecho estaban llenos de arañazos, y mi cuello de chupetones.

La acomode sobre su espalda y malicioso deslice mi mano hasta su entrepierna y la acaricie un poco, era suave. La oí gimotear y removerse estira su mano y toma la mía deteniendo mi movimiento.

- Uhm... ¿Qué haces? – gimoteo aun con los ojos cerrados.

- Dándote los buenos días – mis manos subieron a sus tetas, con los dedos puse duros sus pezones, gimió fuerte y abrió los ojos.

- Que poco amas las mañanas –

- Guardo energía para lo importante –

- ¿Lo importan...te? – había empezado a estimularla.

- Te apetece un mañanero –sugiero.

Sonríe en respuesta, separé un poco sus piernas, me situé entre ellas, se veía tan hermosa, con su rojizo cabello esparcido en la blanca almohada, sus cristalinos ojos y su brillante sonrisa.

Sonreí de manera inevitable.

En un movimiento sorpresivo cambio de posición, ella arriba y yo quede abajo. Le encantaba tener el control en todo incluido esto. Apoya las palmas en mi pecho, su cabello desordenado le cubría los pechos, se lo aparte para ver.

Tiene DueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora