Por siempre y jamás | Drarry

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—¡Han vuelto, papá! ¡Han vuelto! —anunció Draco Malfoy y rápido como un rayo abrió la puerta de entrada en busca de su amigo, quien recién bajaba del auto con una gran sonrisa.

El amigo en cuestión era Harry Potter, un niño con once años recién cumplidos que acababa de enterarse que era un mago, a pesar de que Draco ya se lo había dicho, él nunca le había creído semejante cosa.

—¡Harry! ¿A dónde se habían ido?

El tío de Harry, el señor Dursley, se adelantó a su sobrino tomándolo del brazo.

—Tuvimos que salir de urgencias porque mi hermana enfermó —le dijo a Draco, pero en el oído de Harry agregó; —. Mucho cuidadito con lo que andas diciendo por ahí, nadie debe enterarse de... lo tuyo.

Harry asintió y se fue a la casa de su amigo, quien moría de ganas por hablar con él.

—¿Y bien? —preguntó Draco, ansioso.

—¡Me llegó la carta, Draco! ¡Me llegó! ¡Soy un mago!

—¡Sí! ¡Lo sabía! ¡Te lo dije!

Draco y Harry rieron de alegría y se abrazaron.

—Mi tío enloqueció -agregó riendo Harry —. Él ya lo sabía, ¿puedes creerlo? ¡Y vino un señor enorme a buscarme! Dice que trabaja en Hogwarts.

—¿Quién?

—Se llama Hagrid.

—Oh, sí. Creo que es algo así como un salvaje.

—¡Pero es genial! —Harry mantenía un aire soñador —No puedo creerlo, es... ¿a ti también te llegó la carta, verdad? —Draco asintió.

—¡Estaremos juntos!

—Ojalá yo entre en Slytherin como tú.

—Tus padres eran de Gryffindor, pero ojalá entres conmigo...

—¿Tú sabías sobre mis padres?

Draco asintió, un poco avergonzado.

—Nunca me animé a contarte esa parte, lo siento...

—Está bien. Me dijo Hagrid que mañana vendrá por mí e iremos a comprar todas las cosas para la escuela. Y al banco de... ¡¡duendes!!

Draco se rio ante la euforia de su mejor amigo.

—Nada de esto es nuevo para ti.

—No, pero ahora que ya no tengo que fingir que no eres un mago, ¡no necesito ocultarte nada! Hay tantas cosas que quiero que hagamos juntos.

—Draco —llamó Lucius, su padre, desde la puerta del cuarto —, necesito hablar contigo.