diez

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¿Sabés a dónde van las palabras que no se dijeron? ¿A dónde va lo que querés hacer y no hacés? ¿A dónde va lo que querés decir y no decís? ¿A dónde va lo que no te permitís sentir? 

Nos gustaría que lo que no decimos caiga en el olvido, pero lo que no decimos se nos acumula en el cuerpo, nos llena el alma de gritos mudos. 

Lo que no decimos se transforma en insomnio, en dolor de garganta. Lo que no decimos se transforma en nostalgia, en destiempo. Lo que no decimos se transforma en error, en debe, en deuda, en asignatura pendiente. 

Las palabras que no decimos se transforman en insatisfacción, en tristeza, en frustración. Lo que no decimos no muere, nos mata. 

Lo que no decimos se transforma en trauma, en veneno que mata el alma.

Lo que no decís te encierra en el pasado. 

Lo que no decimos se transforma en herida abierta.  

Casi Ángeles. T3 C63. Dónde van las palabras que no se dijeron.

Capitulo diez

—¡No me hagas complicado ayudarte, Draco! —le espetó Severus en la enfermería, sentado junto a él.

Draco estaba muerto de risa. 

—No pude evitarlo, pensé que iba a morir y quería ponerle algo de romanticismo. 

—Es más grave esto que sucedió, que el hecho de que casi mataras a Katie Bell —susurró. 

Al joven se le borró la sonrisa y el profesor anunció que ya era hora de marcharse.

—De acuerdo. 

Duró tres días en enfermería. Muchos le preguntaban qué había sucedido, pero tenía prohibido decir la verdad. Así que inventaba una historia fantasiosa a cada chismoso que le preguntara. Sólo sabían lo que había sucedido sus amigos Crabbe y Goyle. 

Aquellos tres días habían sido como unas vacaciones, pero ahora debía retomar su rutina de pensamientos. ¿Cómo llevar a cabo la tarea?

El primer intento lo había hecho mal y podía imaginarse lo que estaban pensando los mortifagos y su padre.

Le preocupaba mucho lo que los demás pensaran de él. Y tampoco podía dejar de pensar en que dirían sus compañeros de escuela cuando matara a Dumbledore. 

¿Conseguiría respeto y admiración? ¿o sólo odio?

En cada clase a la que asistía, el famoso trio de Gryffindor no le sacaba la mirada de encima. Y Draco ya no estaba para eso; su piel era tan blanca que las ojeras se le marcaba con intensidad, demostrando que no venía durmiendo bien, que los días estaban siendo pesados.

A menudo recibía cartas de su madre preguntando cómo se encontraba, que lo amaba, que ante cualquier inconveniente se acercara al profesor Snape.

Draco solo quería decirle que nada de eso importaba, que no encontraba refugio en aquellas palabras desprolijas, que necesitaba marcharse lejos y que en sus noches más oscuras, había deseado nacer en una familia muggle. Había escrito muchas cartas expresándose, pero las terminaba botando. No podía decirle a su madre que no era feliz formando parte de su familia.

Los días iban transcurriendo y podía sentirse la tensión en los pasillos del colegio, el augurio que algo malo estaba por pasar. Nadie caminaba solo. Nadie ni siquiera era capaz de susurrar el nombre del Señor Tenebroso. Parecía que los dementores estaban consumiendo Hogwarts.

Por siempre y jamás | DrarryWhere stories live. Discover now