†CAPITULO UNO†

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Oscuridad.

Eso es lo que me envuelve, no tengo salida, ni luz a la cual seguir, camino lentamente tratando de no caer, adivinando si es bueno dar un paso o quedarme quieta.

Cada maldito minuto en este infierno es una tortura, el encierro te lleva a la locura, la oscuridad se vuelve tu amiga, todo es un lienzo en blanco que te hace delirar.

Por intuición sé que la alarma sonará en unos minutos más, los primeros rayos de sol deberían estar saliendo en el horizonte, soy capaz de ver ese espectáculo por la pequeña abertura que hice antes que reforzaran la seguridad de mi habitación, cierros los ojos volviéndome a dejar caer en la cama.

Tenemos que salir..

Pero ¿cómo? Es imposible, ya lo intenté y me atraparon, en cada rincón se encuentra una cámara de seguridad grabando las 24 horas y las consecuencias por tratar de escaparte son tan dolorosas como una muerte lenta.

Y me dirán ¿donde tienen encerrada a la pobre inocente Heranyx? La respuesta es simple, me encuentro en un internado correccional donde cada día te vuelves loco.

Mamá me trajo aquí ¿porqué? No lo sé o bueno, si lo sé. Ella me prometió que me sacaría en cuanto las aguas se calmaran, pero ya llevo esperando cuatros años, sinceramente al primer año agoté las esperanzas que volviera por mi.

La comida es asquerosa, nos tratan como animales de rebaño, los castigos por desobedecer son horribles, las habitaciones son neutras, sin ventanas, aveces parece que las paredes te van a comprimir, es fácil entrar en la desesperación.

Si me dieran la opción de matarme o seguir aquí, preferiría el dulce descanso de la muerte.

Me han castigado siete veces en cuatro años, las marcas en mi piel pueden hablar por mi, porque para los que no son "normales"– como nos dicen ellos– nos viven metiendo múltiples medicamentos para mantener todo bajo supuesto control.

Salgo de mis pensamientos cuando la ruidosa alarma general comienza a sonar en las instalaciones, esta alarma se puede escuchar a kilómetros. Las rejas y puerta de mi habitación se abren de golpe, antes de levantarme de mí para nada cómoda cama suspiro implorando paciencia, giro lentamente mi rostro hasta encontrarme con un sonriente Ever mirándome.

Idiota.

Ever es un guardia que desde que llegué a este cuchitril me a hecho la vida más miserable. Es alto, rubio, sus ojos son marrones claros, es un chico guapo, pero es tan estúpido que me produce náuseas.

– Hola, Diosa.

Como detesto que me diga de esa forma.

Vengo de familia griega, a diferencia de muchos de aquí mi familia no es turista, somos oriundos de Grecia. Y como si eso no fuera poco, dos generaciones tenemos los nombres de los dioses griegos.

No respondo al saludo de Ever y eso lo hace enfadar, lo miro como lo más insignificante del mundo, a pesar que por mis actitudes me gano problemas lo sigo haciendo.

– Muévete, enferma. Los demás no esperarán por ti.– me grita, es un dolido.

Camino fuera de la habitación entrando al pasillo y camino hasta encontrarme con los demás, todos nos ponemos en filas y así comenzar con la revisión diaria antes de ir al ala principal. Aquí nos revisan cuando a ellos les da la gana, ya puede ser antes de ir al área del comedor, después o incluso, tres veces al día.

La fila avanza despacio, algo que es agobiante si me lo preguntan ¿qué tanto meten mano?, por el rabillo del ojo puedo observar cómo en la fila de al lado una chica más alta que yo...

Heranyx Donde viven las historias. Descúbrelo ahora