†CAPITULO DOS†

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El camino a... sabrá Dios donde, es silencio. Zeus no ha dicho más palabra desde nuestra charla, lo único que hace es mirarme de soslayo. Una parte prefiere el silencio y la otra tiene la necesidad de que me hable y me diga lo que sé no me ha dicho.

Estoy completamente absorbida por mis pensamientos, me debato y me niego a creer que no puedo tener un día de descanso.

¿ES TANTO PEDIR UN DÍA DE VACACIONES?

Pues si, Hera.

Ya pensé en las posibilidades de lanzarme del auto y escapar, hacer una vida nueva, tranquila donde nadie me busque, pero todo lo qué pasa es mi culpa y jamás me perdonaría si le pasara algo a Atenas o a Zeus, son lo más valioso que tengo y lo único que me queda en este mundo.

Miro por la ventana para observar el paisaje, es increíble como mirar la naturaleza me tranquiliza, me transmite paz. Los altos pinos y árboles parecen que tocan las nubes, la inmensidad del bosque y su vegetación es impresionante, cierro los ojos al escuchar el relajante sonido de las hojas.

Volviendo a la realidad noto como hace mucho que pasamos la civilización, estamos casi en el corazón del bosque, no se a quien se le ocurrió la idea, pero si algo nos pasara nadie escucharía ningún grito de ayuda.

Acabas de darme una idea...

Ah no, no y no.

No le reclamo a Zeus nada, él está bien grandecito y sabe lo que hace, además, tiene hombres protegiéndolo.

Miro al rubio a mi lado. Zeus es muy alto, podría asegurar que tan alto como un basquetbolista, su cabello es del mismo color del mío, rubio cenizo y algo ondulado, su nariz es respingada, mandíbula marcada y pómulos perfectos, es jodidamente increíble como no tiene ni una cicatriz en su rostro, es como si fuera sido tallado por los mismos dioses. Toda la familia Mavridis es ridículamente así, ni hablar del característico azul celeste de los ojos.

– Llegamos, señor.– anuncia Wilburt.

Abro la puerta por mi lado y mi hermano hace lo mismo. Al estar fuera miro todo mi alrededor, luego camino hasta encontrar una cabaña en medio del bosque.

Si, en medio del bosque, así como películas de terror.

Observo la cabaña sin dejarme pasar ni un detalle de ella. Es madera pura y bien reforzada, está muy bien diseñada, la decoración rústica le da un toque antiguo muy hermoso. En la terraza hay un sillón tejido que cuelga del techo, hay muy pocas plantas, pero ninguna flor, la puerta es de acero forjado y las ventanas son hechas de tronco, el vidrio de ellas se nota lo grueso que es, quizás más de dos centímetros de grosor. Un sujeto abre la puerta para nosotros y yo abro más los ojos impresionada lo hermosa que es por dentro, una combinación entre antiguo y moderno, ahora dentro me doy cuenta que no es de madera, si no se concreto y bloque, muy inteligente por si alguien quiere disparar hacia la casa.

– Ya llegaste...– una voz chillona me hace girar con una sonrisa sarcástica y una ceja alzada.

Puedo estar en mis peores momentos, pero jamás podré quitar lo burlesca que puedo llegar a ser.

Una pelirroja me mira de arriba a bajo como si yo le diera asco, sonrío con más ganas.

¿Y esta puta niña?

¿Y tú...– me señala con asco–... quien eres?– pregunta de forma altiva, prepotente, me divierte lo idiota que se ve tratando de parecer intimidante.

Ay nena, me podría divertir mucho contigo...

– La pregunta así es...– doy dos pasos hacia ella y la miro sin ninguna expresión– ¿Quién diablos eres tú?

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