Todo desaparecerá

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La cera caliente debería estar quemando sus manos, debería tener un dolor horrible mientras la vela se derrite, pero no hay ninguna sensación, ni siquiera el temblor en Casita la perturba, sus ojos brillando en dorado mientras mira fijamente la vela que se derrite. Finalmente todo terminará, al fin podía desechar todo el dolor que sufrió en los años siguientes después de esa horrible noche que cambió su vida, pero que sobre todo, la hizo ver que el amor de su supuesta familia, era meramente condicional... Finalmente todo desaparecerá.

—¡Mirabel! —grita Julieta, su voz desgarrada mientras las lágrimas corren desenfrenadas por sus mejillas, desesperada de que su llamada alcance a su pequeña hija. Los azulejos se mueven inquietos, arrastrándola cada vez que intenta correr hacia su hija, Casita es insistente en no permitir que ella o cualquier otro llegue a Mirabel.

Alma se mantiene paralizada, observando a su nieta más joven en la cima de las escaleras con la vela extinguiéndose en sus manos, sus ojos brillando en un intenso dorado, y la hace finalmente cuestionarse... ¿Qué fue lo que hizo?

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Mirabel suspiró, cada esfuerzo, cada intento, ¿a dónde la llevaron? Solo a regaños constantes de la abuela, palabras hirientes que queman en su pecho. Con suavidad se sentó en su cama, sola en su habitación, no, sola en la guardería. Ni siquiera era su habitación, simplemente se quedó atrapada en las paredes de una habitación destinada a los niños, cada miembro de su familia salió de ahí después de que sus puertas aparecieran, sus hermanas, sus primos... Todos salieron, pero ella siguió aquí, estancada en el tiempo.

"Ellos jamás lograran ver quien eres"

Susurró una voz maliciosa en su mente, aquella voz en el fondo que de vez en cuando le hablaba, una parte oscura que con desesperación ahogaba hasta el fondo para repetirse una y otra vez que amaba a su familia y que ellos también la amaban.

"¿De verdad te aman o más bien te amaron hasta que la puerta no apareció?"

Hace años, antes de su quinto cumpleaños, Mirabel era la adoración de su abuela, ella siempre mirándola con orgullo y admiración, contando dulces historias para llevarla a dormir, acariciando sus rizos con amor y diciéndole que ella era maravillosa.

"Fuiste maravillosa hasta el momento en que tú puerta desapareció"

Así, los ojos de la abuela que la miraban con amor, se convirtieron en una mirada de miedo, incertidumbre y después, de dureza y frialdad. Mirabel jamás quiso admitirlo, darle la razón a esos oscuros pensamientos, pero era cierto, de la misma manera en que su puerta desapareció, también se hizo polvo el amor que su abuela le tenía.

Intentó tanto ignorar ese hecho en su cabeza, convencerse como la niña herida y esperanzada que era que ese pensamiento no era verdad. Y por ello lo intentó durante años, trabajó arduamente para poder complacer a su abuela, en un intento de que las cosas fueran como antes, que viera, que todos vieran que ella podía ser de útilidad en la familia, ser una digna Madrigal a pesar de no tener un don. Lástima, nunca sucedió y siempre ha estado envuelta en esa mentira infantil de la que se convenció por años. Para su abuela, ella jamás dejaría de ser la oveja negra de la familia, diferente al resto.

"Una inútil que no tiene ningún valor solo por no tener un don"

Mirabel sacudió violentamente su cabeza, cubriéndose los oídos con las palmas de sus manos, como si aquello pudiera evitar que escuche las voces.

"Sabemos que la abuela no es la única, ¿Quieres que mencione a tu hermana, Isabela?"

Las lágrimas se derramaron de los ojos de Mirabel, quien subió sus piernas a la cama, llevándolas a su pecho para esconder su cabeza entre las rodillas, respirando pesadamente.

Nunca suficiente [Encanto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora