Nunca, ni tan solo un momento de su vida, él había sido "perfecto" en algo. Siempre en descompás con otros, siempre tropezando con algo, era común, la torpeza pegada a su persona desde que tiene memoria. Así que claro, nunca creyó alguna vez que formaría parte de los "fantásticos Madrigal", pero él había quedado flechado por Julieta, y ella, tan dulce y bella como era, se enamoró de él a pesar de cada imperfección que podría tener.
Amar a Julieta fue siempre la expresión máxima de plenitud, ella siempre lo miraría como si fuera el mundo entero y él amaba que esa forma de mirarlo era solo y únicamente para él... Y luego ya no lo fue más, más, sin embargo, amó compartir esa mirada de su esposa con sus niñas.
Cada vez, todas y cada una de ellas, gritó de alegría cuando su esposa estuvo embarazada, y siempre tropezaba por la euforia, logrando hace reír a Julieta de felicidad y cariño.
Isabela, su pequeña flor, sostenerla en brazos por primera vez fue el momento más emocionante y aterrador para él, ¿y si se le resbalaba de los brazos? ¿Y si la dejaba caer por accidente? Pero justo tenerla ahí, en sus brazos, disipó cada miedo existente y pensaba que su torpeza podía esperar durante esos momentos.
Luisa, su pequeño sol, ya lo había hecho antes, pero aquellos nervios familiares cuando la sostuvo por primera vez estuvieron presentes, y más, sin embargo, sostenerla fue como tener el mundo entero en sus brazos. Su niña se acurrucó contra su pecho con comodidad, aferrándose a su calidez.
—Juli, necesitas tomar esto —la voz temblorosa de Pepa llegó a sus oídos, sacándolo de sus pensamientos. Su mano se detuvo de cepillar con el dorso de su mano la mejilla de su hija más pequeña, que parecía sólo dormir profundamente. Pero si eso fuera así, si eso fuera verdad, su esposa no estaría llorando temblorosa en los brazos de Bruno, Pepa no hablaría con una voz tan estrangulada mientras sus manos tiemblan sosteniendo un vaso con agua.
Él no estaría ahí sentado a la orilla de la cama, con el corazón destrozado.
—Necesitaba más tiempo... —sollozó Julieta en los brazos de su hermano pequeño. Agustín en el fondo, admiraba a sus cuñados al lograr consolar mejor a Julieta de lo que él podría, porque las palabras de Julieta seguían repitiéndose en su mente una y otra vez.
Su mirada volvió a su pequeña hija, su mano acunando la mejilla fría. Agustín por primera vez en su vida se sentía demasiado entumecido, las lágrimas caían por sí mismas sin ningún tipo de esfuerzo, lágrimas que nunca podrían limpiar o llevarse el dolor en su corazón.
Isabela era su hermosa y bella flor.
Luisa era su sol, el brillo de la mañana.
Mirabel... su pequeña niña, la menor de sus hijas y la luz de sus ojos, ella era la pequeña princesa de papá.
Su pequeña princesa era un pequeño pajarito cantor, riendo sin parar, corriendo de un lado a otro, entrando a una habitación e iluminándola al instante... Esa era su princesa, tan feliz y siempre con alguna palabra ingeniosa por decir, toda la belleza de su mami y su actitud bondosa, pero con una pizca de su torpeza y ganas de soñar en grande, con la actitud salvaje de su tía Pepa y el amor al baile de su tío Félix, y con la enorme imaginación de su tío Bruno. Su niña era una combinación de todos ellos, de aquellos que "eran" su familia.
¿Cuándo dejó de conocer a su princesa? ¿Cómo no se dio cuenta que ella estaba más sola? ¿Por qué no notó su mirada cansada hasta que ella se hartó y se los reprochó a ellos?
Él era su padre, se suponía que debía protegerla, es lo que un padre hace. Pero él no cumplió ese acuerdo, él desatendió a su pequeña princesa y ella ya no soportó estar aquí, decidió irse y cada fragmento de su corazón está tan destrozado que no ay posibilidad de armar las piezas de nuevo que vuelva a ser el mismo. Jamás podría ser el mismo, porque se suponía, que mientras él estuviera con ella nada le haría daño, más, sin embargo, ellos fueron los que más la lastimaron y él nunca se perdonaría por eso.
Tan absorto cómo podría haber estado en sus pensamientos, sintió un roce en su hombro casi invisible. Lentamente giró su cabeza, mirando por sobre su hombro. Su respiración se atascó en su garganta cuando sus ojos captaron una mano familiar y traslúcida sosteniendo su hombro. Agustín apretó con fuerza sus labios y sus ojos derramaron más lágrimas al punto de cerrar sus ojos, y cuando volvió a abrirlos, una mariposa dorada estaba posada en su hombro, batiendo suavemente sus alas.
La comisura de sus labios se levantó muy débilmente, mirando con mucho amor y dolor al pequeño ser dorado —. Lo siento, querida... Siempre serás mi princesa —susurró con voz temblorosa. La mariposa finalmente se batió en vuelo, alejándose y dirigiéndose a la ventana. Agustín la siguió hasta perderla de vista llorando en silencio. Su mirada notó a Pepa abrazando a Julieta en el suelo, arrullándola mientras le susurraba muchas cosas, y al lado de ellas, sentado en el suelo, Bruno lo miró a él con una expresión llena de comprensión.
Agustín negó con la cabeza, cerrando los ojos con fuerza mientras todo su dolor se refleja en su rostro, sólo para después acercarse a su niña y besar su frente.
Ellos nunca la merecieron.
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Nunca suficiente [Encanto]
Fanfiction"Nunca fui lo suficiente buena para ti, no importa cuanto lo intenté. No importa cuantas veces intenté ayudar, siempre fue 'Mirabel, mantente fuera del camino', 'Mirabel, déjaselo a la familia', dime, abuela, ¿qué yo no era parte de la familia? No...