El llanto ensordecedor de un bebé resonó en las paredes de la habitación de una mujer sanadora, ella respiraba entrecortadamente mientras al pie de la cama una partera sostenía en sus brazos un pequeño bulto que lloraba y se removía inquieto. La mujer de bata azul sonrió con cansancio, su frente aperlada con sudor mientras su mano sujetaba con fuerza la mano de su marido, el cual miraba ansioso hacia la anciana que había ayudado en el nacimiento de sus otras dos hijas y sus sobrinos. La partera se volvió hacia ellos con una sonrisa, acercando el bebé a la madre, quien co anticipación había estirado sus brazos, una alegría rebosante floreciendo en su pecho como había sucedido con sus hijas mayores.
Julieta Madrigal tomó a la pequeña bebé en sus brazos, la ardua labor de parto, el dolor, el miedo y el riesgo, todo había valido la pena cuando la tomó en sus brazos, acercándola a su pecho cuando su bebé buscó su calor.
—Hola, mi pequeño milagro —le susurró con voz acuosa, algunas lágrimas resbalando por su mejilla —. Mi Mirabel... —adoró su nombre con amor, enterrando su rostro en su bebé, oliendo su dulce aroma. Su pequeña chiquita era el sol, un rayo de luz en la oscuridad... Ella era el mundo entero.
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Julieta observó en silencio como Félix tomaba a su hija en brazos. Estaba adormecida mientras Bruno enlazaba su brazo al de ella para levantarla del suelo, un enorme vacío instalado en su pecho al observar como Félix la lleva con cuidado, siguiendo a la señora Guzmán, quien los ha invitado enseguida a su casa, con la angustia reflejada en su rostro al ver a la pequeña Mirabel inerte, sin vida... Su bebé no estaba con vida. Julieta siguió a Félix junto a su hermano, totalmente entumecida cuando caminaban detrás de ellos y la gente se abría paso, dejándoles caminar a la vez que agachaban sus cabezas. Comenzaron a escucharse llantos de niños, pero Julieta no los pudo registrar, sintiéndose muerta mientras camina, observando la cabeza de su bebé oculta en el hombro de su cuñado, quien se mantiene firme caminando detrás de la señora Guzmán.
La ex-sanadora apenas puede escuchar los sollozos de su esposo y de sus hijas detrás de ella, su mente vaga en un mar oscuro, sintiendo como el aire se exprime en sus pulmones y su corazón está sin costuras, incapaz de volver a coserse. Julieta escuchó el llanto de Antonio mucho más atrás, diciéndole a Pepa que quería a Mirabel de vuelta.
Julieta ahoga las voces, lo bloquea todo, porque no hay nada que le importe, no ahora mientras camina detrás de Félix quien carga a su bebé. No hay nada para hacer que el frío se vaya, ninguna magia que pueda llevarse el dolor y traer a su hija pequeña de vuelta.
Luego todo se vuelve un borrón.
Ni siquiera tiene idea cuando llegaron a la casa, no sabe cuando fue que Bruno la llevó a uno de los sillones de la sala para sentarla. No sabe en que momento la señora Gúzman ha llevado a Félix a una récamara para dejar a Mirabel ahí. Solo está ese entumecimiento en todo su cuerpo y su alma.
—Juli —la voz de su hermana atraviesa la niebla, y cuando eleva sus ojos se encuentra con los de su hermanita, quien le mira con lágrimas en sus ojos mientras esta de cuclillas frente a ella —. La señora Gúzman pregunta si quisieras limpiar a Mira —le pregunta con voz temblorosa, su mano encontrando las de ella para darles un suave apretón.
—Yo... No puedo verla así, por favor Pepi... Por favor —le suplicó con dolor, insensible del tacto que sus hermanos tenían en ella.
—La tengo, hermana —le susurró Pepa —, yo me encargo de nuestra niña, ¿si? —le dice con voz acuosa. Julieta no puede decir nada, no hay palabras que puedan salir de sus labios, así que deja ir a su hermana en silencio.
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Nunca suficiente [Encanto]
Fanfic"Nunca fui lo suficiente buena para ti, no importa cuanto lo intenté. No importa cuantas veces intenté ayudar, siempre fue 'Mirabel, mantente fuera del camino', 'Mirabel, déjaselo a la familia', dime, abuela, ¿qué yo no era parte de la familia? No...