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Pond recordaba haber sido parte inevitablemente del primer celo de Phuwin, justo como ahora.
A estas alturas, la casa entera debería estar inundada de un olor intenso a miel.
—Pond... me duele— decía Phuwin, quien estaba recostado en el sofá mientras sostenía su estómago con una expresión llena de dolor en el rostro.
—Dame un segundo.
Pond tomo su teléfono y con manos temblorosas marco al número de Prom, uno de sus amigos.
El alfa recuerda la primera vez que Phuwin había entrado en celo, fue cuando el chico estaba cercano a cumplir catorce años.
Naravit recuerda lo asustado que estaba el menor cuando de repente su pijama se había mojado tanto que incluso le daba vergüenza salir de la cama del alfa.
Porque sí, su primer celo había llegado mientras ambos chicos estaban en medio de una pijamada en la casa de los Naravit.
Pond no perdió tiempo y fue con rapidez a avisarle a su madre lo que estaba ocurriendo, está a su vez llamo de inmediato a Baew para avisarle lo que estaba pasando.
Naravit recuerda que tuvo que mudarse temporalmente a la casa Tangsakyuen, ya que las mamás de Phuwin y los padres de Pond habían acordado que lo mejor era que el omega pasara su primer celo con otro omega y una beta, pues estos serían mucho más capaces de atender sus necesidades, tres alfas no ayudarían en nada.
Phuwin no había hablado con Pond durante todo un mes porque estaba tan apenado y enojado por ser un tonto omega.
En ese momento todos estaban sorprendidos, pues apostaban a qué Phuwin sería uno de esos alfas de sangre pura al tener a dos madres alfas, así que fue realmente duro de asimilar para el pequeño, sus expectativas se habían derrumbado en un efímero momento.
Sin embargo, poco a poco Naravit había logrado hacer que el ahora omega entendiera que no estaba mal ser omega, incluso habían prometido enlazarse cuando fueran adultos.
Promesa que de alguna forma resultaba dolorosa para Pond al recordarla.
Está vez, nuevamente el celo de Phuwin había llegado de manera inesperada, casi sorpresiva.
Y nuevamente el alfa había entrado en completo estado de pánico en cuanto Phuwin había comenzado a aumentar su temperatura corporal significativamente.
—Dios, debí darme cuenta antes— se dice mientras camina de un lado a otro frente a Phuwin, quien reposa en el sofá de la sala —¿Por qué no me dí cuenta antes?— se preguntaba con gran angustia que le recorría todo el cuerpo.
—Tranquilo, primero deja de dar vueltas, me estás mareando.
Pond enseguida mira a Phuwin, quien tiene una mano sobre la cara con los ojos cerrados y el ceño fruncido.
