Alantana

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Esas manzanas lucían apetitosas, tan rojas y brillantes que era de imaginarse lo jugosas que estaban. Entonces el estómago de Alantana reaccionó a lo que sus ojos maravillaban. Pero sabía que no podía, así que se retiró de la ventana y salió de su recamara para dirigirse hacia la cocina del castillo.

-Hola señorita ¿tiene hambre? Porque he horneado este suculento pan.

-En realidad, tenía antojo de algo de fruta- admitió la princesa.

-Ah pues me alegra que desee comer algo natural ¿alguna fruta en especial? – preguntó Cristina, la cocinera.

-Manzanas, me gustarían unas manzanas frescas- apuntó emocionada.

-Ummm, no princesa, manzanas no hay, pero sí usted gusta mando conseguir.

-Me gustaría salir por mí misma por ellas- dijo desanimada y triste.

-Lo sé, mi princesa, pero usted no puede. Aunque para eso tiene sirvientes ¡Amelie! ¡Muchacha, ven para acá!- le gritó a una muchachilla, de aproximadamente la misma edad que Alantana.

Amelie soltó la escoba, y se apresuró hacia ellas, haciéndole una reverencia a su señoría.

-No Amelie, está bien. Termina lo que hacías, no te preocupes- le dijo Alantana, mientras se retiraba de nuevo hacia su habitación cabizbaja.

“Ojala esa Amelie se mostrará más platicadora conmigo de vez en cuando, se nota buena persona. Si no estuviéramos en verano, la invitaría a que me acompañase a caminar junto con Boj” pensó un poco disgustada.

Justo al entrar en su enorme habitación, su propia imagen se plantó frente a ella.

Era un gran espejo de bordes plateados, siempre había estado ahí, mas casi nunca Alantana se miraba en él.  Esta vez se quedó observándose.

Era una chica pequeña estatura,  ojos verdes claros, cabello ondulado (el cual a veces se esponjaba de más) color castaño, un castaño demasiado claro al decir verdad, el cual muchos confundían con rubio. Y una tez extremadamente clara, tan blanca que sus venas se transparentaban en algunas partes de su cuerpo. Así había sido siempre, su piel sin color. Como la luna, pero ella hubiera preferido que fuese como el sol. El sol que jamás le daba directamente, debido a su desconocida afección. Alantana había sido examinada por decenas de doctores de todas partes, pero ninguno le había podido explicar a ella o a su padre él porque cada vez que los rayos del astro rey chocaban con ella, empezaba a debilitarse, de las cuales varias veces terminaba desmayada. De esa manera fue como surgió el rumor de que la princesa del reino de Ánades era un vampiro, chisme que era mentira.

Su madre tenía un tono de piel parecido, pero la reina si podía salir a pasear, aunque la mayoría de veces prefería quedarse en el castillo, con su hija. Claro, todo eso antes de que falleciera.

La princesa se estaba poniendo melancólica al pensar en todo eso, así que olvido al espejo y llamo a su peludo perro.

Capulín, cuál era el nombre del can, acudió velozmente al solo escuchar la voz de su ama.

-Capu es verano, y tu estas muy oloroso, no hay excusas. Creo que es tiempo de un baño.

La expresión del perro cambio de alegría a preocupación, su cola dejo de agitarse y hecho a correr.

-¡Hey! ¡No Capulín, vuelve aquí, es por tu bien!- gritoneó la princesa mientras trataba de alcanzarlo.

Recorrió un buen tramo de la parte alta del castillo, donde estaba su cuarto, pero su mascota prosiguió escaleras abajo. Y al dar vuelta a una esquina, Capulín chocó contra la pared, momento que la muchacha usó para lanzarse al piso sobre él.

-Enhorabuena, hija. Supongo que es día de baño para Capulín ¿no? Pues te bañarás junto a él, mírate- le dijo el rey riendo burlesco.

-¡A, papá!- la chica se levantó para abrazar a su querido padre, aprovechando esto el perro para escapar.

-Hija ¿Cómo estás? ¿Estuviste bien? – preguntó a su hija mientras con el puño desaliñaba más la melena de la joven.

-Sí papá, pero te extrañe- frunció el ceño.

-Lo sé hija, y yo más a ti. Pero ya sabes, es necesario estar al corriente de lo que pasa en los reinos vecinos.

-Claro papá, pero pudiste haber enviado solamente a Narciso, como siempre- argumentó.

-Mariposa, esta ocasión fue diferente, me encontré con los demás reyes a tratar unos que otros asuntos, no solo fuimos a actualizar nuestros chismes- se defendió su majestad.

-Jaja, si ustedes fueran Friedrich entonces sí hubieran ido solamente a parlotear y a escuchar arguendes.

Y estallaron a carcajadas. Los dos realmente añoraron por días reírse juntos otra vez, pues su cariño mutuo era inmenso.

-Ja… Jaja, uff, me dolieron las mejillas… Y hablando de Friedrich ¿Dónde está él?

Friedrich era un señor delgaducho y narizón, pero con un porte impecable. Era el asistente, confidente, consejero y mejor amigo de su padre, pero trabajaba para ellos y su papel se desempeñaba siendo el encargado de las cosas del castillo y varias veces también de los asuntos del reino cuando el rey se ausentaba por días.

-La última vez que lo vi estaba supervisando los arreglos del establo.

-Muy bien hija, gracias- le sonrió- Necesito decirte algo- se mostró un poco el preocupado el rey Antonio.

-¿Qué cosa papá? Dime.

-¿Recuerdas que ya tiempo atrás te hable sobre lo mal que le está yendo a la economía en estos lares? Pues he confirmado que no somos el único reino con ese problema, sino que los otros más cercanos también lo tienen, pero afortunadamente seguimos siendo los más bendecidos y ricos.

-Pues que mal papá, espero que las cosas mejoren pronto, de verdad…

-Pero mariposa, eso no es todo. Ya que estos dos últimos años hemos ido cayendo cada vez más sin recobrarnos, tenemos que acceder al plan B- soltó al fin, esperando asustado una respuesta.

-¿Te refieres a que yo contraiga nupcias con un príncipe cercano?

-Así es hija, los siento mucho. Ya he quedado con los otros reyes para que vengan sus hijos, acompañados de sus respectivos guardias, a que te conozcan.

-Sí padre, está bien, yo comprendo- suspiró decepcionada. Pero Alantana haría lo que fuera para mejorar la situación.

-A mí tampoco me pone muy contento la idea, pero me temo que sí es necesario. Aunque ya sabes que a mí me hubiera encantado darte la oportunidad de escoger a tu esposo de cualquier lugar, y por eso mismo mi niña- sonrió algo más aliviado- tú vas a ser quién escoja el príncipe, no ellos a ti, y tendrás medio año para conocerlo sin comprometerte con él.

-Bueno, eso ya no ésta tan mal, je- fingió satisfacción y dejo ver media sonrisa.

-Entonces, mi futura reina, iré a buscar a Friedrich para darle las nuevas y pedirle vaya preparando los arreglos para recibir a los príncipes en dos meses.

-Excelente mi rey- he hizo una reverencia riéndose.

-Jaja… me voy pues.

Observó a su padre, su único familiar, alejarse y dar vuelta en un pasillo ¿Alguna vez lo perdería? Rezaba porque nunca fuera así.

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¿Que les pareció? ¿Parece un poco aburrido no? Pero les aseguro que no es así! Poco a poco se darán cuenta de los misterios de esta historia y espero que la disfruten como yo hago al escribirla (: y muchas gracias por leer su primer capitulo! :D me hacen sentir bien n.n

(La imagen es de Alantana mirando el atardecer a través de su ventana)

Besos! :*

La chica color de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora