El ala oeste

293 8 0
                                    

Después de que Boj, el guardia personal de Alantana, atrapara a Capulín y la ayudara a bañarlo, era turno suyo pues además haberse ensuciado tratando de agarrar a su perro y mojarse dándole el baño, ella era una persona muy higiénica, gustaba de bañarse todos los días, como su padre y los sirvientes, y más en esa temporada del año. Agosto era el último mes en el que el agua estaba tibia, pues a partir de septiembre comenzaban los vientos fuertes y fríos, para empezar el “invierno” que duraba prácticamente 9 meses.

Se desnudó, dejó la ropa bien doblada en una silla y se adentró en la tina del agua, sumergiendo primero la punta de un pie, y a continuación metiéndose por completo. Aprovechaba el clima y se deleitaba con la cálida agua. Jabonó su cuerpo de niña, y se preguntó cuándo se terminaría de desarrollar, pues ya tenía diecisiete. Masajeo su cabellera y la sintió: le hubiese gustado que su cabello seco fuera igual de dócil a cuando estaba mojado.

Y se volvió a recostar en la bañera, cerró sus ojos y se dispuso a pensar en lo que vendría en u par de meses.

Cuatro eran los reinos cercanos, los demás estaban demasiado lejanos ¿Por qué les tocó ese reino tan solitario? Lo bueno es que estaba lo suficientemente poblado…

Volviendo a lo anterior, si cuatro eran los territorios diferentes, cuatro eran los príncipes a conocer. Porque por buena o mala suerte, ella era la única princesa disponible cerca. Los cuatro reyes habían tenido solo hijos varones, así que Alantana era el blanco de un cuarteto de adolescentes seguramente atiborrados de hormonas,  y de sus ambiciosos padres ¡Ah! Y por si fuera poco, debería elegir a uno de ellos para compartir riquezas, aunque seguramente todos eran iguales: orgullosos, tercos y presumidos, como un típico príncipe.

“Argg, esto lo hago solamente por mi gente y mi padre, solo por ellos. Si por mi fuera, no me casaría con ninguno de la nobleza, en cambio escogería a un plebeyo y me importaría un pepino lo que los demás opinarán ¡Sí, un pepino!”

Se enjuagó bien, y se vistió con ropa interior limpia y fresca. En lo que no estuvo de acuerdo fue en el vestido, uno largo y rechoncho de la cintura hacia abajo, con muchos pastelones. Era color verde limón “Más no podré llamar la atención” pensó haciendo cara de fuchi.

-No entiendo porque Damiana se esmera en que use estos vestidos de niña elegante, si ni siquiera puedo salir afuera.

Tomó el vestido y lo trajo consigo. Salió de su baño, que estaba en la misma habitación, y abrió su armario buscando algo simple. La incomodidad no era lo suyo.

Se secó bien el cabello y pensó en hacer enseguida lo que siempre hacia: mirar por la ventana.

“No, otra vez no.”

Salió de su habitación y se echó a andar por los corredores del palacio. No había nada interesante en la parte baja, entonces fue al ático de la torre oeste.

Abrió la puerta, que crujió fuertemente, supuso que debido al tiempo que hacía desde que alguien había entrado, y como imaginó, adentro apestaba a humedad, polvo y mugre acumulada. Un olor pesado reinaba.

Lo primero que hizo fue abrir todas las ventanas, para dejar que la luz entrara mejor. Luego se encaminó entre los taburetes y muebles viejos buscando algo en que entretenerse, y encontró el armario que pertenecía a su madre, la reina Melisa.

Lo abrió y se maravilló de nuevo con los ropajes que muchas veces había visto, cuando años atrás no salía de ese lugar. Los sacó delicadamente y los sacudió de igual forma. Después siguieron los zapatos. Y se los probó, le quedaban perfectamente.

“Ojala los vestidos también me quedaran, estos sí los usaría. Pero yo no sé porque mamá era tan curvilínea y yo no lo soy. Parezco una tabla” gruño “mi madre debió ser una mujer muy atractiva. Quisiera que no hubiera muerto cuando apenas tenía tres años” y rodó silenciosamente una lagrima por su mejilla.

Acomodó nuevamente las vestimentas en su lugar, y estaba a punto de cerrar cuando se dio cuenta de una cajita de madera que yacía en la parte más alta. Se puso de puntillas, estiró la mano y la bajó. Tosió a causa del polvo que la tapizaba.

-Esto nunca lo había visto- se dijo asombrada mientras la abría.

Dentro estaban bien acomodados varios pergaminos, estos lucían algo viejos. Había también un anillo que tenía un zafiro en forma de gota de agua en él, y un dije de mariposa, color naranja con negro.

Se iba a probar las joyas, cuando Damiana la empleada llegó:

-¡Ay mi princesa! ¡No la encontraba por ninguna parte, y su padre está esperándola en el comedor para que cenen juntos!

-Disculpa, no lo sabía Damiana.

-No se disculpe por nada su señoría… aunque veo que no se ha puesto el vestido verde- visualizó un poco ofendida.

-No te sientas mal Damiana, lo que pasa es que moje la parte de abajo porque estaba a punto de caerse en la tina- se excusó mintiendo Alantana, pues no quería hacer sentir mal a la mujer.

-Ya veo. Si es así mandaré que lo laven y alisen, joven- dijo aliviada la sirvienta.

-No, no es necesario, lo he puesto a secar yo misma, pues no se ha ensuciado. Damiana lleva esta caja a mi habitación por favor- y se la tendió- voy corriendo a donde mi padre.

-Si señorita, vaya.

Y las dos salieron. Una corriendo y otra a paso lento y cansado.

************************************************************************************************************

Hola a todos! :D la imagen de este capitulo es de Keira Knightley, y en esta imagen luce como yo me imagino a Alantana, solo que la princesa tiene los rasgos un poco menos marcados. Pero el cabello, los ojos... Creo que ella será mi protagonista (: que les parece?

Bueno muchas gracias por leerme n.n ya viene la mejor parte (; :*

La chica color de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora