Mascota

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Advertencia

Ninguna

Las jornadas de trabajo eran pesadas, el papeleo en la oficina se intensificaba cada vez más y el trabajar se volvió más importante desde que Baro y tú decidieron dar el siguiente paso en su relación y vivir juntos. Cuando te lo propuso fue inesperado, pero aceptaste sin dudarlo. Ambos buscaron un edificio un poco alejado de la ciudad, Baro fue muy exigente en muchos aspectos. Tuvo en cuenta todo como la vista, precio, accesibilidad, espacio y comodidad. Finalmente completaron el contrato y comenzaron la mudanza.

Llevar una rutina incluyendo a Baro ahora no era tan complicado a excepción de la limpieza. Tan perfeccionista, amante del aseo y aborrecer a muerte el desorden era complicado.

Los momentos en los que comenzabas a cuestionarte si vivías con tu novio o con tu madre por lo exigente que llegaba a ser respecto a esto eran demasiados. Llego a pasarte algunas costumbres suyas y comenzaste a adoptar su gusto por el orden.

•. •. •.

El despertador suena dando inicio a la rutina de siempre.

- Levántate o llegaras tarde. - tiró de la manta arrebatándotela y dejándote expuesta al frio de la mañana.

- ¿Y si no voy a trabajar? Siento escalofríos y estoy viendo borroso, Shoei me voy. - comenzaste a toser falsamente y retorcerte en tu lugar haciéndote bolita formando una mentira que fuera creíble. No lo creyó ni un poco.

- No seas llorona y levántate, es viernes y tendremos todo el fin de semana libre así que anda, alístate mientras preparo tu desayuno y tu comida.

Salió de la habitación dejándote sola y confiando en ti para cumplir con lo que dijo. Fuiste a prepararte sin ganas para después alcanzarlo en la cocina.

- Hoy tengo el día libre. Estaré ordenando y haciendo la cena, puedo ir a recogerte después del trabajo.

- Te lo agradecería, últimamente el frio aumentó, aunque si quieres descansar no hay problema, puedo regresar sola.

Terminaste tu desayuno.

- No digas tonterías, estaría más tranquilo si voy por ti yo. Anda, no olvides llevar tu gorro. - encaminándote a la puerta te entrego una bolsa con lo que parecía ser tu almuerzo. - Éxito hoy en tu trabajo. - Depósito un beso en tus labios.

- Diviértete, cariño. Hoy serán los productos de limpieza y tú, suena tan divertido, háblales bien de mi quieres. - hablaste con burla.

- Fuera de aquí. Con cuidado.

- Saliste del apartamento tomando camino a tu oficina.

Las labores se hicieron presentes al llegar, yendo de un lado a otro. Las finanzas empezaban a ser muy caóticas y estresantes, todo el día se resume en sellar y firmar hojas. Discutir con tu jefe, comer la deliciosa comida de tu novio, volver a discutir, cargar pesadas carpetas de una habitación a otra, así hasta que por fin termino tu turno y te despedías de ese averno hasta volver a verlo el lunes que venía. Dos días solamente podías librarte de ese lugar, pero eran suficientes.

Saliste y rápidamente el frio golpeo tu cara con agresividad provocándote escalofríos. Las luces de los locales brindaban un poco de luz a la tan lúgubre avenida. Tu teléfono sonó, lo sacaste de tu bolso dejando ver un mensaje de Baro en la pantalla.

Sho <3

El tráfico es horrible

Tardare poco en llegar, si sucede algo avísame cuanto antes.

Prepare Pudin hoy.

Me enviaron un video de Isagi cayendo en medio de un partido.

Que inútil

Te amo.

Recibido 9:45 pm

Ibas a responder, pero algo más llamó tu atención. Sonidos parecidos a alaridos se hacían presentes desde el callejón a un lado de tu edificio. Te acercaste con cautela, la oscuridad en la que estaba sumido el callejón al estar entre dos enormes edificios no te dejaba ver con exactitud. Caminaste adentrándote y siguiendo los llantos de dolor alumbrando tu camino con la linterna de tu celular. Casi al final, cajas de cartón yacían apiladas. Te acercaste y descubriendo una de ellas, un pequeño par de ojos oscuros te miró. Un cachorro negro estaba dentro de la caja rodeado de periódico, eses y dos perritos más.

Al verlo temblar lo recogiste con cuidado pegándolo a tu pecho y tapándolo con tu abrigo. Acomodaste el celular permitiendo que pudiera iluminarte y con la mano libre tocaste a las otras dos crías. Estaban muertas. Con el pequeño en brazos saliste del lugar para poder buscar a Baro.

Pudiste reconocerlo al verlo dar la vuelta. La gran camioneta Explorer color negro fue fácil de distinguir. Se estacionó a un lado de la vereda a tu espera. Te acercaste a él golpeando levemente con tus nudillos la ventana del piloto para que pudiera notar tu presencia. Bajó la ventanilla en respuesta.

- Súbete, hace frío. Te dije que no olvidaras tu gorro, lo encontré en el sofá.

- Encontré un bebito.

- ¿Qué?

- Mira. -abriste un poco tu abrigo dejando al descubierto el cachorro acurrucado. - ¿podemos quedárnoslo? sus hermanos están muertos y estaba solo, si lo dejamos aquí puede morir con este frío.

- No. - Su respuesta tan helada terminó por congelarte a ti. - No podemos tenerlo, es mucha responsabilidad e implicaría limpiar todo el tiempo, enseñarle donde hacer sus necesidades y eso implica más trabajo y si no lo hacemos dejará la casa con un mal olor además de mencionar el pelo que tirará y quedará en el sofá o en nuestra ropa. No podemos.

- Yo lo haré. Yo cuidare de él, lo bañare y me haré responsable de todo lo que llegue a hacer, si vas a matar a alguien tendrás que matarme a mí. Por favor.

- ¿Segura que te harás responsable de él?

- Señor sí señor. - levantaste tu mano llevándola a tu frente y cambiando tu postura con firmeza.

- ¿Lo llevaras al veterinario si llega a enfermarse?

- Señor sí señor.

- ¿Recogerás su popo si llega a hacerlo? Deja de decir señor sí señor.

- Lo prometo. - tocaste tu pecho a la altura del corazón formando la promesa.

- Está bien tráelo aquí. - estiro sus manos sacándolas por la ventanilla a tu dirección. Lo entregaste con cuidado.

- Aguarda aquí. - Sin dejarlo responder, corriste al callejón a recoger la caja en la que estaban los demás. Te acercaste y te miró con curiosidad - Son sus hermanitos, ¿podemos enterrarlos verdad?

Lo miraste esperando una respuesta. Rodando los ojos respondió afirmativamente.

- Ponlos en la cajuela.

Sin más, subiste a la camioneta. Te entrego al animal para poder conducir.

- Shoei. - pronunciaste para llamar su atención. - Gracias.

- No fue nada. - dedicó una mirada tranquila acompañado de una sonrisa devolviendo la vista al frente y conduciendo a casa.

• Escenarios Shoei Baro |Blue Lock|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora